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LA CONTAMINACIÓN ATMOSFÉRICA Y LA SALUD AMBIENTAL


INTRODUCCIÓN

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU, destaca los enlaces críticos entre medioambiente, desarrollo y bienestar humano, englobado éste en el pleno disfrute de una amplia gama de derechos humanos, incluidos la salud, alimentación, agua, saneamiento y, obviamente, conservación de la propia vida. A través de ese informe se evidencia a las partes interesadas –principalmente los gobiernos y responsables políticos–, la relación que la calidad ambiental tiene con respecto a la salud humana, pero también los parámetros que impulsan esos vínculos, como son las desigualdades, migraciones, urbanizaciones sin planificar, así como un estilo de vida, producción y patrones de consumo insostenibles.

Imagen: ONU

El aire que respiramos, los alimentos que comemos, el agua que bebemos y los ecosistemas que nos sostienen, se estima que son responsables del 20% de todas las muertes en el mundo; si contamos los adultos de edades comprendidas entre 50 y 75 años y los niños menores de 5 años, ese porcentaje sube al 25% y 26%, respectivamente. Si diferenciamos por sexos, el impacto en los hombres es un 2% superior al de mujeres.

Existe una mayor prevalencia de enfermedades no transmisibles, atribuibles a la exposición a productos químicos, mala calidad del aire por contaminación atmosférica y estilos de vida poco saludables. Sin embargo, en estas estimaciones no se tienen en cuenta los efectos de los cambios climáticos emergentes, pérdida de biodiversidad y degradación de los sistemas naturales que soportan la vida en el planeta, con cuyo crecimiento se corre el riesgo de revertir décadas de progreso en salud y desarrollo.

EL VÍNCULO EVIDENTE ENTRE SALUD Y CALIDAD DEL MEDIOAMBIENTE

La contaminación del aire es el riesgo medioambiental más grande en el mundo para la conservación de la salud. Alrededor de 7 millones de personas mueren cada año como resultado de la exposición diaria a unas condiciones atmosféricas y de calidad del aire muy deficientes. En algunos países del tercer mundo, el uso de combustibles sólidos para cocinar supone un riesgo importante para la salud, debido a la contaminación del aire doméstico, que arroja más de 4 millones de muertes por esta causa. La exposición a esos gases internos es particularmente alta en mujeres, jóvenes y niños, al compartir la mayor parte del tiempo en el interior de los hogares. Los ancianos y personas con baja inmunidad son especialmente vulnerables; todo ello agravado por enfermedades relacionadas con un inadecuado saneamiento e higiene insuficiente.

La naturaleza de los trabajos a realizar constituyen otro factor de riesgo, entre los que se incluyen la minería, agricultura y construcción. En determinados países, una proporción relativamente alta de niños, jóvenes o trabajadores inmigrantes, son candidatos a la exposición de productos químicos que, junto con una extrema dureza de esas ocupaciones y de las máquinas o herramientas empleadas, provoca a menudo sustanciales tasas de lesiones y mortalidad.

Se reconoce el cambio climático como un importante problema para la vida en el planeta. Es un parámetro que multiplica el riesgo, con resultados que se prevén terminen afectando cada vez más a la salud humana, junto con cambios muy negativos en las condiciones de las superficies continentales, los océanos, la biodiversidad, el acceso al agua dulce y un impacto creciente de los desastres naturales. La Organización Mundial de la Salud (OMS), ha estimado que a partir de 2030 el cambio climático podría generar un cuarto de millón de muertes cada año.

La degradación ambiental causaría entre 174 y 234 veces más muertes prematuras que otros conflictos anuales con resultado de muerte. Los problemas de salud mental podrían clasificarse también dentro de las diez amenazas más grandes sin resultado de muerte en la mayoría de paises.

La degradación de los ecosistemas también conlleva importantes consecuencias relacionadas con la salud. Los microplásticos y nanoplásticos dentro de los ecosistemas marinos pueden terminar en los fondos, muy alejados de la exposición a la luz solar, impidiendo la biodegradación. Los excesos de nutrientes en zonas costeras y lacustres que reciben aguas procedentes de la actividad terrestre, conducen a la eutrofización, es decir, la contaminación del medio acuático con nitrógeno, fósforo y otros elementos químicos procedentes de fuentes como los fertilizantes agrícolas, residuos urbanos, actividad industrial, etc. En consecuencia, los nutrientes depositados en el agua facilitan un abundante crecimiento de plantas y otros organismos, que consumen una gran cantidad del oxígeno disuelto, y que al morir terminan aportando una excesiva cantidad de materia orgánica, con la consecuente pérdida de calidad de las aguas e incluso problemas sanitarios a las personas que residen en esos entornos.

ACCESO AL AGUA, LIMPIEZA Y SANEAMIENTO

Entre 1990 y 2018, algo más de 2.000 millones de personas consiguieron mejorar el acceso al saneamiento en todo el mundo. Sin embargo, cumpliendo con el derecho humano al agua y el saneamiento, se requiere que todas las personas puedan acceder a esos servicios a precios asequibles, aceptables y seguros. 785 millones de personas no cuentan todavía con servicios básicos de agua potable. En África, el 42% de los centros de salud no disponen de acceso a una fuente de agua potable dentro de un perímetro de al menos 500 metros. El agua no potable, saneamiento inadecuado y falta de higiene, son causa de 3,5 millones de muertes en todo el mundo, con un 25% de muertes prematuras de niños. Alrededor del 97% del total de muertes por esas causas suceden en los países en vías de desarrollo.

La mala calidad del agua y el saneamiento se hallan vinculados a la transmisión de enfermedades como el cólera, disentería, diarrea, hepatitis A, fiebre tifoidea y poliomelitis. También se produce un retraso del crecimiento persistente como resultado de bacterias en infecciones asintomáticas.

Imagen: ONU

El saneamiento es parte de un problema global creciente, vinculado a la gestión de aguas residuales. Sólo el 20% de las aguas residuales en todo el mundo, producidas en el ámbito doméstico, industrial y agrícola, reciben un tratamiento adecuado, lo que conlleva dos problemas principales de calidad del agua: los químicos (y específicamente los nutrientes) incluyendo las concentraciones de nitratos y nitritos, y la contaminación por microorganismos. Como ya se comentó, la eutrofización afecta negativamente a los ecosistemas marinos y de agua dulce, implicando la productividad de los recursos y los medios de vida.

LA CONTAMINACIÓN QUÍMICA

Los productos químicos son importantes para el desarrollo y muchos ámbitos de la vida, los avances en salud les deben mucho pero, ciertos tipos de productos químicos, tales como los contaminantes orgánicos persistentes (en inglés POP), pueden resultar peligrosos en humanos y la vida silvestre si se acumulan por encima de determinados niveles, causando graves problemas en la reproducción y el desarrollo, junto a otros efectos de naturaleza inmunológica, hormonal e incluso cancerígena. La aplicación de pesticidas contribuye al envenenamiento de un elevado número de personas en el muno, especialmente trabajadores rurales empobrecidos.

Los POP’s, agrupan pesticidas, insecticidas organoclorados o clorocarburos, herbicidas y PCB’s o policlorobifenilos. Algunos de estos productos producen disrupciones hormonales o endocrinas (en inglés EDC), es decir, son capaces de alterar el equilibrio hormonal de los organismos. La exposición a estos productos químicos puede darse a través del contacto de alimentos, agua, aire, polvo y la piel con varios materiales. También existen aditivos químicos que producen EDC en equipos eléctricos y electrónicos, muebles, textiles, y en el hogar se pueden hallar en variados productos de limpieza.

La aplicación de pesticidas contribuye al envenenamiento de un elevado número de personas en el mundo, especialmente trabajadores rurales empobrecidos. Por otro lado, metales pesados como plomo, cadmio y cromo contaminan los suelos agrícolas, entrando en esas superficies a través de lodos de depuradoras utilizados como fertilizante, y también pesticidas y herbicidas a base de metales pesados.

Los sectores agrícola y veterinario son usuarios masivos de antibióticos en el mundo; utilizan el 70% de todo lo que se frabrica. Un uso excesivo de productos farmacéuticos como antibióticos y antimicrobianos, tanto en medicina humana como en veterinaria pueden contribuir a crear cepas de microbios resistentes en humanos, que representan serias amenazas para la salud.

Los niños son particularmente susceptibles a los impactos de los productos químicos en la salud. Son significativos los efectos en la salud mental debido a la exposición al plomo y el mercurio; si se expone al feto en el útero materno durante los primeros estadios, puede resultar en problemas de retraso mental y del desarrollo, convulsiones y pérdida de visión y audición. El consumo de pescado contaminado con metilmercurio es, con mucho, la fuente más importante de exposición al mercurio en humanos.

EL PROBLEMA DE LOS MICRO Y NANOMATERIALES

Los micro y nanomateriales constituyen uno de los problemas emergentes de mayor preocupación. En los ecosistemas marinos, estas formas de plásticos pueden permanecer en los fondos, alejados de la luz solar que es necesaria para que se produzca la biodegradación. El impacto de los microplásticos en la salud humana proviene de alimentos marinos, aguas contaminadas e inhalación de aire degradado.

En cuanto a los nanomateriales, que se hallan en el mismo rando de tamaño que las partículas ultrafinas, surge la preocupación de si podrían tener propiedades peligrosas similares. La ionización de los nanomateriales, también puede exponer a los humanos a niveles de los metales pesados superiores a los límites tolerables por el organismo, por ejemplo las nanoparticulas de plata que son incorporadas a los productos textiles, pueden quedar expuestas durante el lavado.

LOS RESIDUOS SÓLIDOS URBANOS Y DESECHOS PELIGROSOS

Los niveles mundiales de residuos sólidos urbanos se espera que se dupliquen para 2025, a diferentes tasas según regiones y países. Cuanto mayor es el nivel de ingresos y de urbanización, mayor es la cantidad de residuos sólidos producidos. Los datos de salud del programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat), indican el doble de tasas de diarrea y seis veces más problemas de infecciones respiratorias agudas en niños que viven en hogares donde los desechos sólidos se arrojan o se incineran en el propio entorno, en comparación con hogares en las mismas ciudades que se benefician de servicio de recogida de residuos. 2.000 millones de personas en el mundo no cuentan con servicios de recolección de desechos. Los desechos no recolectados pueden terminar bloqueando desagües, agravando las inundaciones y extendiendo el riesgo de enfermedades infecciosas.

La acumulación de desechos peligrosos implica riesgos de ingestión y causa de enfermedades en los asentamientos y entre los trabajadores de esos residuuos, donde la esperanza de vida es significativamente más corta que el resto de la población. Los 50 vertederos activos más grandes afectan a la vida cotididana de 64 millones de personas.

Imagen: ONU

Un tipo de desperdicio que se halla en rápido crecimiento es la basura electrónica. A mediados de la segunda década del siglo XXI, se contabilizaron casi 42 millones de toneladas de desechos electrónicos, y esa cifra siguió creciendo hasta 2020. Mientras que el reciclaje de estos desechos es positivo, la recuperación y disposición final de los materiales implica tratar con productos peligrosos como metales pesados, que pueden resultar en importantes impactos ambientales y para la salud humana, a través de la liberación de sustancias peligrosas en el suelo, aire y agua.

LOS DESASTRES NATURALES

Sequías, inundaciones, temporales de viento y olas de calor, son los peligros naturales más frecuentes, y representan casi el 90% de los 1.000 eventos más desastrosos contabilizados desde la década de 1990. Cada año, una ingente cantidad de seres humanos en el mundo pierden la vida por desastres naturales.

Desde la primera sesión de la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas, sobre el Cambio Climático en 1995, más de medio millón de vidas se han perdido, y más de 4 millones de personas han resultado heridas, quedado sin hogar o necesitado asistencia urgente como resultado de desastres relacionados con el clima. Los niños, mujeres y discapacitados se ven particularmente afectados, aunque los ancianos son especialmente vulnerables como se refleja en los datos de cinco grandes desastres naturales, que muestran cómo más de la mitad de las muertes asociadas con estos eventos ocurrieron entre personas mayores de 60 años.

A los desastres le siguen impactos psicológicos significativos, en términos de depresión y otros trastornos. La pérdida de la vivienda, las cosechas, los bienes materiales, el desempleo, la desnutrición y mala salud asociada, junto con el desplazamiento forzado y la migración, contribuyen a la pérdida del bienestar social y mental, incluso la desmotivación por la existencia cuando los desastres son recurrentes y surge la incapacidad de reconstruir las vidas

Los desastres naturales también pueden desencadenar accidentes industriales, y acelerar la dispersión de la contaminación. Restaurar y proteger los ecosistemas, como bosques, humedales, vegetación, manglares y arrecifes de coral, también proporcionan un entorno natural altamente rentable para la mitigación de los desastres en un clima cambiante.

EL CAMBIO CLIMÁTICO

El cambio climático tiene un efecto perjudicial en los determinantes ambientales y sociales de la salud, desde la disponibilidad de aire y agua limpios hasta la seguridad alimentaria. Tiene un amplio potencial sobre parámetros como el impacto sobre la disponibilidad de alimentos a nivel global, y la previsión de grandes desastres a escala. Se ha identificado este problema como el definitorio para la salud pública, y la amenaza más grande a la salud mundial del siglo XXI.

Las inundaciones son eventos relacionados con precipitaciones extremas que están ocurriendo con creciente frecuencia e intensidad. En el aumento general de esa frecuencia e intensidad sobre los parámetros del clima, los eventos también resultan en pérdidas y daños al sistema de salud. Cada año, por ejemplo, El Niño afecta a millones de personas con muchas consecuencias para la salud. Los países en desarrollo se ven particularmente afectados por brotes de cólera, malaria, enfermedades diarreicas y un aumento de la inseguridad alimentaria. Los cambios locales de lluvia y temperatura ya alteraron la distribución de vectores de enfermedades como garrapatas, mosquitos y moscas de arena, que tendrán un impacto significativo en la aparición de brotes de malaria, dengue y otras enfermedades tropicales.

El cambio climático también es un acelerador de la degradación de los suelos, afecta a una quinta parte de la superficie terrestre y la vida de mil millones de personas. Y no solo tiene repercusiones en los humanos, también en numerosas especies de animales y plantas, muchas de ellas asentadas en espacios endémicos, como los polos, islas y otras superficies donde las poblaciones de animales se hallan confinadas.

Imagen: ONU

Se estima que 12 millones de hectáreas de tierra productiva se pierden anualmente por degradación y desertificación debido a prácticas no sostenibles. La desertificación puede afectar a la salud humana, a través de vías complejas, que incluyen una mayor amenaza de desnutrición debido a la reducción de los suministros de agua y alimentos, junto con más enfermedades transmitidas por mala higiene y falta de agua limpia; otras enfermedades respiratorias pueden ser causadas por el polvo atmosférico procedente de la erosión eólica y otros contaminantes atmosféricos. Unas estimaciones prudentes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), arrojan un escenario de emisiones con muertes potenciales de unas 250.000 personas cada año entre 2030 y 2050, como resultado del cambio climático.

URBANIZACIÓN Y TENDENCIAS DEMOGRÁFICAS

Según un documento del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, se pone de relieve la necesidad de comprender cómo se desarrollará el proceso de urbanización en los años venideros, resultando fundamental para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Expresa que “la urbanización es un proceso que tiene que ver con los tres pilares del desarrollo sostenible: el económico, el social y el ambiental», en ese sentido relaciona el aumento de la población urbana con la necesidad de prestar atención a aspectos como el alojamiento, el transporte, la energía, los servicios educativos y sanitarios o el empleo, para poder satisfacer las necesidades de los ciudadanos.

Se espera que para 2050 más de la mitad de la población mundial vivirá en ciudades. Las políticas públicas, especialmente las relacionadas con la eliminación de residuos sólidos, calidad del aire, provisión de agua potable y saneamiento, jugarán entonces un importante papel en cuestiones de salud pública y calidad de vida. A todo ello se suma las necesidades de alimentación para una salud estable; el hambre y la desnutrición constituye uno de los problemas recogidos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU: «poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible»; dos tercios de las personas desnutridas a nivel mundial viven en África Subsahariana y Asia Meridional.

Pero, algunos datos relacionados con la renovación de la población comienzan ahora a mostrarse preocupantes. Ya en 2018, por primera vez en la historia a nivel mundial, las personas de 65 años o más superaron a los niños menores de cinco años. Para mediados del siglo XXI, la población de África Subsahariana podría duplicarse, y en 2027 pasaría a ser La India el país más poblado, dejando a China en segundo lugar. El planeta aumentaría su población en 2.000 millones, albergando para esas fechas los 9.000 millones de habitantes. En orden decreciente, La India, Nigeria, Pakistán, República Democrática del Congo, Etiopía, Tanzania, Indonesia, Egipto y los Estados Unidos, serían los países con mayor incremento de población para 2050, alcanzándose su punto máximo con 11.000 millones de personas a finales de siglo.

La población envejece debido al aumento de la esperanza de vida, al tiempo que se reducen los niveles de natalidad. La tasa global de fecundidad bajó de 3,2 nacimientos por mujer en 1990 a 2,5 en 2019, y se prevé que disminuya aún más, alcanzando 2,2 nacimientos en 2050. Para ese año, una de cada seis personas en el mundo (sobre un 16% de la población) tendrá más de 65 años, en comparación con el año 2019, donde la tasa fue de una cada 11 personas. El número de personas de 80 años o más se triplicará, de 143 millones que arrojó en 2019 a 426 millones en 2050.

CONCLUSIONES

Los datos ofrecidos por la OMS muestran que la contaminación ambiental tiene un amplio impacto en la salud, especialmente en la supervivencia infantil y en las poblaciones de riesgo más empobrecidas. Junto con la contaminación atmosférica doméstica, la contaminación ambiental contribuye a las infecciones respiratorias, causantes de cientos de miles de muertes cada año.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible reconocen la importancia que tienen los factores sociales y medioambientales como determinantes de la salud. El lanzamiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible ofrece la oportunidad de aplicación de políticas y prácticas sanitarias que protejan a la población de la contaminación atmosférica. Se ha convenido que el cambio climático representa una amenaza cierta para la salud pública, identificado como el problema más grave del siglo XXI relacionado con la salud mundial.

La creciente urbanización, el envejecimiento de la población y la superpoblación mundial estimados para mediados del siglo XXI, constituyen importantes retos sobre la aplicación de las políticas sociales que deberán tomar cuerpo para esas fechas, especialmente en lo que se refiere a las cuestiones de salud pública y calidad de vida.

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