La primera oficina se instaló en la calle de la República y el responsable fue el administrador del puerto, los primeros carteros fueron marineros y militares que entonces prestaban servicio en la guarnición de Port-de-France -el viejo nombre de la capital colonial-. Ante el aumento del servicio y la demanda del público se contrataron los primeros empleados y carteros kanakos para transportar la correspondencia entre la capital y el resto de poblaciones dotada en la isla Grande.
Los primeros sellos aparecieron el 1 de enero de 1860 (confeccionados de manera artesanal en litografía) tuvieron validez sólo para el correo local, fue por la ley del 13 de junio de 1859 cuando las islas asumen cierta autonomía administrativa frente a Tahití y se establecen diversas tasas, entre ellas -oficialmente- la de los 10 céntimos para toda la correspondencia generada en el archipiélago.
El diseñador de aquella primigenia emisión fue el Sargento Triquera que era ilustrador-litógrafo en el periódico «Monitor Imperial», el único que existía en aquella época en Nueva Caledonia. El sello mostraba a Napoleón III de perfil, se imprimió en hojas de 50 y Triquera se encargó de grabar, individualmente, cada uno en una plancha de piedra calcárea que se imprimieron de manera idéntica a como se hacía el diario. Hubo dos tiradas que totalizaron unos 5000 ejemplares. Una de las características es que los sellos no eran cancelados, sólo se conoce, debidamente expertizada, una pieza circulada hasta Martinica del 25 de mayo de 1860, junto a un sello australiano de seis peniques. La creación del sello y su validez postal nunca tuvo una orden específica hasta la que la realizara el Gobernador Guillain el 9 de noviembre de 1868 cuando la declaró buena para su uso postal y, válida, la tasa de 10 céntimos aplicada desde 1860 a la correspondencia nacida en la isla. Una vez más: la política de hechos consumados y de ahí que la correspondencia de la época se franquease en Nueva Gales del Sur hasta que las islas fueron dotadas con sellos galos en 1862. Dos años más tarde llegaba la primera serie colonial que estaría en uso hasta 1881. También hubo abundantes sobrecargas NCE o NLLE-Calédonie, hasta acabar en la clásica Nouvelle Caledonie actual.
En 1880 se creó el servicio de transporte por Jean Vergès que recibió el sobrenombre de «Patache à Vergès» que realizaba la conexión por diligencia entre Nouméa-Païta y Bouloupari; esta primera ruta postal fue ampliada después mediante correos a caballo o a pie que conectaron por medio del servicio de estafetas prácticamente la totalidad de los núcleos habitados de la isla mayor. El archipiélago no tuvo un servicio postal con el exterior hasta que comenzó la denominada «Linea T» de las Messageries Marítimes que llegó a Nouméa en 1882-83. El primer vapor zarpó del puerto de Marsella el 23 de noviembre de 1882 y llegó a la capital insular el 13 de enero de 1883 (actualmente, con tanta globalización postal y tráfico aéreo, me están devolviendo correspondencia del Pacífico hasta con tres años de retraso respecto a la fecha en que la certifiqué en el correo español: la ordinaria jamás la devolvieron a pesar de ser destinatarios en la Lista de Correos que, de acuerdo con la reglamentación de la UPU deberían devolverse al cumplirse un mes en destino).
El primer servicio postal mediante automóviles se realizó en 1899 cuando se unió Nouméa y Moindou. A partir de 1965 se creó la ruta de Lifou y al año siguiente la de Grande Terre mediante una oficina postal ambulante que prestaba la totalidad de los servicios de una estafeta postal fija: acababa de enlazarse la totalidad de los núcleos habitados del archipiélago.
Los sellos de Nueva Caledonia se emplearon hasta 1920 también en Wallis y Futuna. Sí, las mismas que salían a relucir en el juicio de «Crimen en el paraíso» en donde se retrata, con humor, el tedio de una pareja cuando ya nada tiene que decirse. En 1915 funcionaban 54 oficinas de correos en la isla mayor, tres en las islas de la Lealtad y una en la de Pinos que cubren la totalidad del archipiélago, incluyendo las islas de Belep, Huons, Chesterfield, Sand, y Walpole.
Durante la II Guerra Mundial fueron preparados sellos por el régimen de Vichy, en la práctica nunca llegaron a circular, aunque sí funcionaron en esa época oficinas postales de los australianos y norteamericanos desplazados a la islas como contingentes integrados en las fuerzas aliadas. Dejaron excelentes piezas para la historia postal y militar de aquella terrible guerra que, en esta época de globalización, parece haberse olvidado la terrible tragedia gracias a la banalización de la vida de hoy y al individualismo imperante que, junto a la dejadez de los poderes imperantes, nos conduce a la política del absurdo, del buenismo y la corrupción más descarada que nos aboca al abismo.
El 150 aniversario ha sido aprovechado para lanzar una nueva serie básica inspirada en el famoso pájaro Cagou, símbolo por excelencia del archipiélago caledoniano. Para ello se realizó un concurso, el diseño ganador fue presentado por Laurence Ramon que ha dado vida a la quinta serie básica con esta peculiar avecilla autóctona. La emisión se completó con una hojita bloque de 500 francos en donde se ha utilizado la nueva técnica lenticular que realza la belleza del sello; aunque nosotros duramos de la durabilidad de los materiales y el almacenaje de estas piezas que, previsiblemente, verán deteriorarse por la acción de los productos químicos ya que los sellos son sometidos a una fina capa de resina biodegradable para dar la sensación de diferentes imágenes de acuerdo con la posición del observador. La perforación ha sido realizada con un láser de última generación, se imprimió por la Art & Stamp y Outeraspect que, hoy por hoy, son líderes mundiales en la producción de este tipo de estampillas postales en las que se pueden añadir cortos vídeos o imágenes en 3D.
En estos momentos es una autoridad postal muy previsora y un cuidado programa filatélico que suele bordar con sus atractivos, coloristas y vanguardistas diseños. En algunos casos han subido a los «cielos» en la lista de los sellos mejor diseñados en todo el mundo. Sus cancelaciones de primer día, para nuestro gusto, son inigualables, perfectamente aplicadas, embellecen, como ninguna otra administración postal, las páginas de los coleccionistas. Después de todo, muchos de sus sobres y estampillas no dejan de sernos útiles para completar muchos huecos -aunque nos veamos en la necesidad de censurar las ilustraciones de los sobres-.
Coleccionar sellos de Nueva Caledonia es relativamente fácil y tienen un presupuesto aceptable para la mayoría de las economías de nuestro tiempo. Una veintena de emisiones al año nos muestran temas y personajes íntimamente ligados a este lejano territorio situado en nuestras antípodas.
JUAN FRANCO CRESPO
lacancon999@yahoo.es