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Filatelia polar: Carl Ben Eielson y el primer correo aéreo en Alaska

     En 1998 veíamos una pequeña referencia a un matasellos norteamericano que se emplearía para conmemorar el 70 aniversario del primer vuelo por el territorio norteño. No teníamos datos sobre el personaje y su gesta, pero como siempre pensamos, éstos de una u otra manera los conseguiríamos, y ese día también llegó.

     En La Historia del Correo Aéreo de TIME/LIFE que descubrimos por casualidad en una librería de Barcelona, se disipó nuestro particular enigma la pasada primavera. No sólo para este personaje -ignoramos ahora mismo si está filatelizado- sino para muchos otros y en las rutas más insospechadas. De golpe habíamos solucionado el enigma de nuestra pieza y posiblemente otros que pudieran presentarse en el futuro.

     La historia del correo aéreo es apasionante y las aventuras narradas por los intrépidos hombres del aire de principios de siglo dignas de inéditas novelas de aventuras. A la precariedad de medios [los aparatos eran frágiles y rudimentarios] se le añadía la topografía, territorios sin explorar, zonas en donde poder aterrizar, la climatología, etc. Pero nuestros héroes no se paraban ante las dificultades y el correo cada vez llegaba más rápido y más lejos.

     Fue así como los visionarios jefes de los servicios del correo norteamericano se aventuraron en la apasionante ruta hasta Alaska y la propuesta que realizó Carl Ben Eielson, natural de Dakota del Norte [donde se le honró con el matasellos que da pie a nuestro comentario], aprendió a volar durante la I Guerra Mundial. Él se había trasladado a Fairbanks en 1922 y allí ejercía como profesor en el instituto de la ciudad; enseñaba ciencias y matemáticas al tiempo que entrenaba al equipo escolar de baloncesto. No obstante, Eielson, continuaba soñando con los aviones y ello le llevó a comprarse un Curtiss Jenny con el que complementaba sus ingresos como profesor realizando vuelos turísticos y acrobacias aéreas, de esta manera compaginaba su pasión y obtenía unos extras que complementaban sus emolumentos de maestro.

     A finales de 1923 logró convencer a las autoridades de Washington para que le autorizaran volar sobre el territorio inhóspito y salvaje entre Fairbanks y McGrath: 280 millas de ásperas montañas y desierto helado que nadie había intentado sobrevolar hasta entonces y mucho menos en el invierno. El correo en esta región era entregado mediante el tradicional sistema del trineo y se necesitaban 18 días para cubrir el trayecto contando con un viaje sin contratiempos, algo que el gran norte no siempre permitía.

     El primer viaje fue el 21 de febrero de 1924, la temperatura era de 21º bajo cero y el campo de fútbol de Fairbanks estaba totalmente nevado. Eielson iba bien pertrechado para el primer vuelo: vestía tres pares de calcetines, calzoncillos largos, doble pantalón, camisa y jersey de lana y una parka de las que habitualmente usan los nativos de la región: estaba hecha de piel de reno que es un excelente aislante térmico.

     El vuelo transportaría 75 kilos de correspondencia, un saco de dormir y provisiones para diez días, junto a lo material iba la ilusión y el deseo de no tener que utilizarlos bajo ninguna circunstancia. El avión estaba dispuesto para echar a volar, los esquís que había colocado en el tren de aterrizaje se hundieron en el metro de nieve de aquella improvisada pista de despegue; inició el encendido y comenzaba otra apasionante página en la historia de las comunicaciones. Poco después de estar volando se daba cuenta de una avería en el indicador de velocidad del viento y la brújula, decide guiarse por su intuición, sobrevoló los lechos de los ríos helados y los accidentados valles en donde la ruta terrestre mantenía en funcionamiento los albergues de carretera, que se usaban durante el invierno por los conductores de los trineos. como si fuesen nuestras postas o tambos, cada 35 millas había uno y de esta manera logró conseguir cubrir el trayecto en 2.50 horas. Aterrizó en el río helado de McGrath a las 11.35 de aquella gélida mañana. Comió, repostó y recogió los 30 kilos de cartas, pero no podía reiniciar el despegue, nadie había visto antes un avión ni tenían idea de cómo ayudar para despegar, así que el mismo piloto se puso a girar la hélice y tuvo que salir corriendo para meterse en la carlinga y encender el motor: eran las 14.35 cuando lograba despegar y poner un rumbo más directo hasta Fairbanks para evitar que cayera la noche y encontrarse perdido en la inmensidad de los cielos del norte que es lo que le sucedió: no reconocía los puntos de referencia que tenía memorizados, las nubes dificultaban la visibilidad y no disponía de su brújula. Tras «vagabundear» por la inmensidad del cielo en la cerrada noche de Alaska creyó ver un punto de luz que identificó con la cabaña de un cazador; sabía que en el aterrizaje perdería el aparato, posiblemente perdería la vida y la carga postal, pero no tenía tiempo para mucho más puesto que el combustible también estaba agotándose. No lo pensó dos veces, volvió de nuevo al misterioso río y la centelleante luz. En su informe a Paul Henderson (subadministrador adjunto) responsable del correo norteamericano y de los pilotos en aquella época, Eielson escribió: «Resultó ser mi campo de aviación, entonces calculé dónde estaba el inicio de la pista y bajé con mi aparato, al tomar contacto con el suelo choqué contra un árbol y caí de morro: estaba vivo, sin apenas desperfectos irreparables y entre mis amigos. Toda la ciudad me había estado esperando durante más de una hora.»

     En los meses siguientes realizó nuevos vuelos a McGrath, procuraba regresar antes para evitar encontrarse con la noche [recordemos que por aquellas latitudes ésta cae cuando nosotros, generalmente, estamos realizando la sobremesa.] El presidente Coolidge, conocedor de sus hazañas, le felicitó, pero tras el octavo viajo, cuando su D. H. 4 quedó prácticamente inservible, la central de correos en Washington perdió el interés en Alaska: sus funcionarios estaban concentrados en la inauguración de la red nocturna para el servicio postal de costa a costa, éste sería autorizado por el Congreso e inaugurado el 1 de julio de 1924. Para esa fecha Eielson ya había demostrado que se podía realizar el trayecto y ahorrar 17 días en esa ruta de poco más de 300 kilómetros. La semilla para cubrir el territorio de Alaska mediante rutas de correo aéreo estaba sembrada y ésta no tardaría en germinar.

Juan Franco Crespo
lacandon999@gmail.com

REFERENCIAS:
El texto es una versión libre tomada del ejemplar nº 21 de Grandes Épocas de la Aviación, TIME/LIFE, Barcelona, 1995.

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Juan Franco Crespo

Maestro de Primaria, licenciado en Geografía, doctor en Historia de América.

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Juan Franco Crespo

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