Introducción
Llevar un animal a casa, en este caso un perro, implica una gran responsabilidad. Es un ser vivo que tiene capacidad de sentir y sufrir, en consecuencia asumimos un compromiso con su cuidado, no sólo en el de la alimentación, sino también en cuanto a sus necesidades de esparcimiento, higiene, salud, socializacion… Debemos consensuar en la familia la conveniencia de asumir esa responsabilidad que, al menos, puede durar alrededor de 15 años para los perros (algo más para otros animales, como los gatos). Durante la vida del animal, estamos obligados a ofrecerle cuidados y protección. Los dueños, o el cuidador de perros, en el caso de que deleguemos en algún momento esas funciones, se comprometen con ese ser vivo a proveer sus necesidades.
Origen y domesticación
Se estima que hace unos 40 millones de años, entre el periodo Eoceno y Oligoceno de la historia geológica, surgió el antepasado del perro moderno, el Miacis, un pequeño carnívoro de morfología parecida a una comadreja, de patas cortas y cuerpo alargado, con garras retráctiles como las de los gatos y que le permitirían probablemente encaramarse a los árboles y protegerse de los depredadores superiores.
La evolución de Miacis, al igual que otros carnívoros, derivó hacia la capacidad de correr y capturar su comida. De estos antiguos corredores surgiría la familia del perro o Canidae. Al perro doméstico, que es el que nos interesa describir aquí, se le clasificó como Canis lupus familiaris, en referencia a su calidad de dóciles o disposición a obedecer las órdenes humanas.
Se teoriza sobre cómo se consiguió la domesticación del perro, hace al menos unos 12.000 años. La teoría más consensuada estima que los lobos salvajes serían carroñeros y podrían frecuentar las cavernas del hombre primitivo, creándose una especie de asociación o relación cooperativa por el alimento. Los humanos habrían descubierto en esos cánidos capacidades innatas para la caza, asumiéndolas como una herramienta de importancia para sus propios intereses de caza y subsistencia. Así, llevarían cachorros de lobo a sus cavernas y los criarían alimentándolos con los propios desperdicios. Aún convirtiéndose en dóciles, conservarían su naturaleza salvaje de animales cazadores, lo cual permitiría al hombre primitivo utilizarlos como aliados en la búsqueda y persecución de otros animales. El valor otorgado a los perros, como cazadores y guardianes, crecería gradualmente manifestándose a través de las generaciones una interacción amistosa y una dependencia mutua. Cuando los humanos se convirtieron en granjeros y ganaderos, el perro pasó a tener otra importante misión, la de perro pastor, cualidad de guardian que poseen determinadas razas como algo innato, y que el ser humano ha sabido potenciar y aprovechar.
En la actualidad es notable la diversidad del perro, en cuanto a tamaño, morfología, color, pelaje, comportamiento… No hay otro animal doméstico que presente tanta variación. Así, hay perros que no superan los 25 cm y menos de 3 Kg. de peso, como el Chihuahua; o grandes perros que pueden llegar a los 100 Kg. y más de 90 cm de altura, como los Gran Danés o San Bernardo. En cualquier caso, tal variedad se ha conseguido por medio de la mano humana, la mayoría mediante cruces a lo largo del siglo XIX y XX.
Cuando el cachorro llega a casa
Si ya nos hemos decidido por adquirir un perro, asumiendo la responsabilidad que eso significa, pues tratamos con un ser vivo con necesidades físicas y psíquicas, tenemos que atender a una serie de requerimientos:
El cachorro necesita una cama si va a convivir con los humanos, preferiblemente blanda y que disponga de una cubierta extraíble que permita su lavado cíclico. Si va a vivir en el exterior, requiere de una caseta construida en madera, hormigón o plástico, pero en cualquier caso que sea un material impermeable; tiene que estar dotada de patas o soportes que aíslen del suelo para evitar que traspase la humedad y el frío. Nada más llegar a la casa, debemos tener claro a qué áreas puede acceder el animal, liberando esas zonas de objetos potencialmente peligrosos o que puedan ser dañados, ya que el perro es curioso por naturaleza e intentará explorar el entorno y todo lo que se halle a su alcance.
El cachorro debe poder acceder a un comedero y bebedero, preferiblemente metálico y pesado, para evitar volcados o derrames.
El cepillo es uno de los utensilios que debemos adquirir para el cuidado del cachorro. Los perros no deben ser bañados habitualmente con agua ni usar detergentes, debido a que la piel es delicada. En su lugar se realizan baños secos, con champús y otros productos especiales para esa labor, pero sin utilizar agua, finalmente se usa el cepillo para eliminar el producto. Otros elementos que necesitará es un collar, correa, corta uñas…
El cachorro necesita juguetes, ya que el juego es parte fundamental para un buen desarrollo. Se pueden adquirir pelotas, muñecos y huesos que están fabricados con materiales resistentes y flexibles, para que el animal pueda morder sin causar daños a su joven dentición.
Como rutina durante los primeros días, tras alimentarlo lleva al cachorro al lugar que hayas elegido para que haga sus necesidades, después de un tiempo se acostumbrará y evitará hacerlo en lugares indeseados. Mantén siempre un horario de alimentación desde el primer día para crear un hábito y regularidad.
Tienes que elegir un nombre para tu perro. El nombre, aunque parezca un tema menor, es importante para su educación; además de aportarle personalidad le distingue y asocia como otro miembro de la familia, y una vez aprende a responder por su nombre ya será a lo largo de su vida uno de los elementos de identidad que asumirá como propio, y al que responderá cuando sea llamado por su dueño o las personas de su entorno que le nombren. Intenta que sea un nombre exclusivo o poco frecuente para evitar confusiones cuando se halle en presencia de otros perros. Debe estar compuesto por voces cortas y sonoras, consonánticas, preferiblemente con no más de dos sílabas, por ejemplo «Rufo» o «Rosco», que son nombres sonoros y rotundos, que el perro captará desde el primer momento.
La educación y el entrenamiento del perro
El proceso de educación del perro debe comenzar desde el mismo momento que llega a la casa. El primer paso ya se comentó, es mantener un horario regular de alimentación. Otros puntos clave de la educación es el juego, el ejercicio y la siesta. En cualquier caso, debemos entender que el perro aprenderá a base de ser persistentes pero no forzándolo ya que, aún siendo el perro un animal inteligente, tiene limitaciones en la capacidad de aprendizaje que debemos saber dosificar.
Debemos distinguir entre la educación y el entrenamiento. La educación se refiere a acciones básicas que el perro debe realizar y que puede ser impartida por el propio dueño. Por ejemplo, antes de que cumpla el año de vida, el perro debe ser capaz de obedecer cuando se le llama por su nombre, detenerse a una orden, no ladrar cuando se le deja solo, etc. Por su parte, el entrenamiento ya es una actividad especializada, que suele impartirse en escuelas para perros, para conseguir que el animal responda a determinadas necesidades de acuerdo con su raza, como la de perro cazador, guardián, etc., y que lo haga cumpliendo con disciplina y lealtad las órdenes que reciba. El adiestramiento suele comenzar cuando el animal ya tiene desarrolladas muchas de sus facultades, pero no suele ser nunca antes de los seis meses de vida.
En el proceso de educación jamás debes golpear a tu perro. Puedes ser enérgico e incisivo en las órdenes, pero nunca usando violencia física. El perro debe poder entender cuándo hizo algo bien o mal, y si hay que reprenderlo debe ser de forma inmediata, no cuando haya pasado un tiempo de la acción, porque entonces no comprenderá ni asociará el motivo de tu regañina con la acción que lo produjo. Puedes premiar a tu perro de forma inmediata con caricias o algún caramelo para perros, cuando cumple con una orden que le hayas dado; o reprenderlo, también inmediatamente, con voces inquisitivas cuando no responda a tu requerimiento, por ejemplo cuando se suba a los muebles, muerda los objetos que no debe, ataque otros animales (como las aves si estamos en el campo); él sabrá por tu forma de hablarle y las voces que hayas empleado, que no lo ha hecho bien. La voz «NO» pronunciada de forma rotunda en el momento en que debe ser corregido, apoyado por gestos y movimientos enérgicos que limiten el avance del perro (sin causarle daño ni dolor), ayudan a que cale progresivamente en su mente qué cosas le están vetadas. Estas acciones, con constancia, conseguirán con el tiempo que el animal responda a tus voces con obediencia de forma natural y con voluntad. En este sentido existen interesantes libros y artículos sobre etología del perro, que se pueden consultar incluso en internet, que conviene leer para ampliar conocimientos de cómo tratar la psicología de nuestro perro.
La alimentación
Cada raza de perro puede necesitar distinta cantidad y tipo de alimentación, en base a su tamaño, edad y actividad que realice. Existen numerosas marcas de alimentos para perros, adecuadas para cubrir cada uno de esos parámetros, incluso específicos para determinados problemas de salud. En cualquier caso, el producto elegido debe suplir todas las necesidades de nutrientes (lípidos, carbohidratos, proteínas, fibras, vitaminas, minerales, etc.), sobretodo si todavía es un cachorro.
El perro no debe tomar nunca alimentos elaborados de forma casera, y mucho menos los restos o sobras de nuestras comidas ya que, además de que raramente se podrán suministrar el tipo de nutrientes esenciales, puede causarle trastornos intestinales y otras enfermedades. Los chocolates, huesos (especialmente de pollo), alimentos grasos o condimentados, están totalmente desaconsejados para los perros. El perro debe comer de 3 a 4 veces diárias cuando es cachorro hasta los tres meses, 3 veces al día hasta los nueve meses, y una o dos veces al día cuando supera el año de vida. En el envase del producto suele venir una tabla con la dosis de alimento que podemos dar al perro, dependiendo de los factores ya comentados de raza, tamaño, etc.
Salud y enfermedades del perro
Este es un apartado que debemos prestar atención. Los perros suelen sufrir enfermedades como los humanos, y ser parasitados por diferentes insectos. Hay insectos que parasitan el interior y el exterior del animal; diferentes tipos de lombrices o tenias, pulgas, piojos, garrapatas, sarna… En muchos de estos casos debe ser consultado un veterinario, que nos dirá qué tratamiento o productos son los más adecuados para cada tipo de insectación.
Al igual que los humanos, los perros también pueden sufrir enfermedades víricas y bacterianas, algunas graves como la rabia, o muy graves como la toxoplasmosis que concluye casi siempre con la necesidad de sacrificar al animal.
Para prevenir muchas enfermedades típicas del perro, y otras que incluso pueden ser transmitidas a los humanos, es del todo conveniente mantener el programa de vacunación correspondiente, así como los tratamientos preventivos contra los agentes patógenos. El veterinario nos orientará sobre cuándo debe ser vacunado y/o aplicado cada tratamiento.
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