Aunque lo nuevo siempre está sujeto a un periodo de reticencia social, el carsharing no es algo que acabemos de descubrir, pues ya tiene unos 70 años de historia. Sin embargo, hasta hace relativamente poco no se dieron las condiciones necesarias para que este fenómeno del transporte compartido pudiese despegar.
Por una parte, la tecnología, y por otra, la conciencia social sobre el medioambiente que, junto a la voluntad política de los gobiernos, han ido introduciendo a los habitantes en una dinámica de uso sostenible de los medios de transporte.
La Asociación Española de Carsharing, que celebró recientemente su VI conferencia nacional, debatió sobre el futuro de este servicio, tomando como referencia los modelos de otros países, como Alemania, donde las ventajas para el medioambiente no se discuten y donde los usuarios ven cómo es posible rentabilizar a su favor el no disponer de vehículo en propiedad.
Se estima que un servicio de carsharing puede sacar de las calles hasta 20 vehículos privados. Si esa tendencia siguiese su curso, implicaría ventajas evidentes para los núcleos urbanos, con una reducción importante de la masificación del tráfico y una mejora de la calidad medioambiental y de la salud pública.
Cuando una persona posee un vehículo en propiedad, existe un coste importante por la posesión, el mantenimiento, los seguros y todas las tasas e impuestos inherentes a esa propiedad. Aunque los desplazamientos y el uso en sí resulten muy económicos, el coste total, incluidas las paradas en las que ese vehículo está inactivo, resulta finalmente muy superior al modelo de uso compartido, además de restar valor al concepto de transporte sostenible.
El servicio de carsharing, en cambio, permite a los usuarios ahorrarse esos gastos de mantenimiento, seguros… pagando únicamente por el tiempo de uso del vehículo. Por este motivo, cuando el carsharing se mira exclusivamente desde la óptica del transporte y de la movilidad en un ámbito más o menos cercano, se convierte en un medio más efectivo y atractivo.
Además, desde el punto de vista de la sostenibilidad, este modelo de movilidad favorece la consecución de los objetivos medioambientales de la ONU. Los vehículos cero emisiones vendrán a dar un impulso importante para alcanzar esos objetivos.
El vehículo compartido inactivo no tiene costes para los miembros de las plataformas, al contrario que cuando se tiene en propiedad. En la imagen, una flota de vehículos de carsharing de la francesa Autolib. Imagen Wikimedia Commons; autor: Cekay
¿Sabías que en Europa el interés por constituir comunidades de carsharing se inició a pequeña escala? Una de las primeras manifestaciones vino de la mano de activistas medioambientales, temática que en aquellos momentos todavía estaba comenzando a despuntar. Estos primeros defensores de la naturaleza y del medioambiente formaron un movimiento en Zurich, Suiza, en el año 1948, adoptando un programa conocido como “Sefage”. Sus promotores comenzaron a comprar viviendas y vehículos en régimen de multipropiedad, idea que prosperó rápidamente en países limítrofes, como Francia o Austria.
Sin embargo, aún tendrían que pasar más de 20 años para que aquel movimiento comenzase a tener un reflejo en forma de empresas que apostasen por el coche compartido. Algunos proyectos de vehículos comunitarios se intentaron a través de varias iniciativas, pero no consiguieron despegar totalmente. Cabe citar a “Procotip”, que comenzó en Montpellier, Francia, en 1971, con 300 socios y una flota de 35 vehículos; “Witkar”, que también intentó operar en Ámsterdam, Holanda, en 1973, con un sistema similar al francés, pero en este caso con una flota de vehículos eléctricos; o “Green Cars”, en Gran Bretaña, cinco años más tarde, que cubría varias localidades.
Vehículo eléctrico de Witcar en el Museo de Amsterdam. Imagen Wikimedia Commons.
Estos proyectos no duraron debido a varias causas: una tecnología demasiado innovadora y poco desarrollada en ese momento, falta de aceptación y de usuarios, escasa cobertura del servicio…
No hubo que esperar mucho para encontrar nuevos impulsos del crecimiento del carsharing en aquellas fechas. Por un lado, la Confederación sobre el Medio Humano de Estocolmo, que se celebró en 1972 y la crisis del petróleo, que se manifestaría al año siguiente.
Algunas iniciativas de carsharing de las últimas décadas del siglo XX duraron un poco más, como “Vivalla Bil”, en Orebro, Suecia, en 1983, que constituyó la base de inspiración de los actuales servicios de carsharing en ese país. Un problema interno de su junta directiva rompió el proyecto 15 años después de su fundación.
Las experiencias de carsharing con más éxito comenzaron en Europa a finales de la década de 1980. El informe Brundland, que enfrentaba, por un lado, las políticas de economía global y, por otro lado, el desarrollo sostenible, y la Cumbre de Río de Janeiro, embrión del posterior Protocolo de Kioto, generaron un cambio en la conciencia social y colectiva sobre los problemas del medioambiente. El carsharing, junto a otras manifestaciones, fue una consecuencia de ese cambio.
Así, en 1987 se pusieron los cimientos del moderno carsharing, con el nacimiento en las ciudades suizas de Zúrich y Lucerna de una iniciativa de ciudadanos que llamaron “Mobility Cooperative”, consolidándose como un servicio exitoso y de amplia cobertura.
A la experiencia de aquellas ciudades suizas le siguieron Berlín, con la empresa Stattauto (hoy Greenwheels), y ya en la década de 1990, otras comunidades en variadas ciudades europeas: Gran Bretaña, Austria, Holanda, Francia, Bélgica, Italia, España… Todas ellas se agruparon poco más tarde en una ONG no lucrativa, la European Carsharing, que creó un modelo de funcionamiento para las asociaciones nacionales de carsharing que se fueron formando en los siguientes años.
Al otro lado del Atlántico este movimiento también siguió su camino de éxito. En Canadá, en los años ochenta, se estrenaron los primeros proyectos de coche compartido, siendo a finales del siglo XX y principios del XXI cuando comenzaron a despegar. En la actualidad, Norteamérica es el tercer mercado de vehículos compartidos más grande del mundo (el primero es Asia y el segundo Europa), mostrando un incremento a partir de 2010 muy significativo, tanto en flota como en número de miembros de estos servicios, llegando a crecer hasta casi cuatro veces en los siguientes diez años.
En España, el primer operador de carsharing fue Avancar, que hizo su aparición en 2005 en la ciudad de Barcelona, pero desde al año pasado ya no opera en nuestro país. En Madrid, la primera en operar fue car2go, en 2015, de la mano de Daimler y Europcar y con una flota de vehículos eléctricos. A partir de entonces surgieron otros proyectos de carsharing, algunos fueron absorbidos por empresas o compañías más fuertes. Varias empresas fabricantes de automóviles también exploraron este mercado, como Renault o Kia, en unión a otras compañías como Repsol o Ferrovial. Sus flotas de vehículos suelen ser eléctricas o híbridas. Uno de los motivos de la proliferación del coche eléctrico para este servicio es que goza de beneficios por sus cero emisiones, así como la posibilidad de aparcar gratuitamente en los estacionamientos regulados de la hora.
Vehículo eléctrico de carsharing de la empresa Car2go. Imagen Wikimedia Commons
Según un análisis del Centro de Investigación de Sostenibilidad del Transporte (TSRC) de la Universidad de Berkeley (California), a finales de 2016 el carsharing ya se hallaba operativo en todos los continentes (salvo el Antártico), estimando la existencia de unas 2.095 ciudades del mundo que disponían de este servicio, con una flota superior a 157.000 vehículos y alrededor de 15 millones de usuarios. El 40% de esa flota estaría desplegada en Asia, y el 37% en Europa.
La telefonía móvil, especialmente los teléfonos inteligentes o smartphones, han venido a revolucionar nuestra vida en multitud de facetas, desde la búsqueda de empleo hasta el teletrabajo. Las aplicaciones móviles para gestionar el alquiler de vehículos compartidos no podían ser menos en esta era de la intercomunicación. Por ejemplo, en España la app móvil de guppy permite realizar la gestión íntegra del vehículo compartido en las zonas de Asturias en la que opera, tanto a través de móviles con sistema operativo Android como IOS.
Estas aplicaciones se configuran y activan en pocos pasos. Una vez descargada la app, el sistema nos invita a registrarnos (nos pide algunos documentos que podemos escanear o fotografiar y enviar en línea); finalizado el registro y posterior aprobación, ya tenemos a nuestra disposición una flota de vehículos para reservar el que más nos interese y movernos con él durante el tiempo que necesitemos. Una vez en el destino, podemos cerrar el viaje y dar por concluido el uso del vehículo, dejándolo estacionado en las zonas exclusivas para ello que la compañía tiene repartidas entre las tres principales ciudades asturianas: Gijón, Oviedo y Avilés.
Fuentes de consulta:
–guppy.es
-Movilidad y planeamiento sostenible – Ed. Instituto Juan de Herrera
-Movilidad sostenible, de la teoría a la práctica – Zaindu Gure Etxea
-Ideas y buenas prácticas para la movilidad sostenible – Ecologistas en Acción
-Carsharing: Evolution, Challenges and Opportunities – Centre for Transport Studies, Imperial College London
-The evolution of carsharing – University of British Columbia
-A Short History of Carsharing – University of California
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