«Si realmente amas la naturaleza, encontrarás la belleza en todas partes»
(Vincent Van Gogh)
El humano urbanita rara vez tendrá que enfrentarse a los peligros de la naturaleza salvaje, el rigor de la meteorología adversa, o la necesidad de sobrevivir en un medio que le es hostil. Desde que el hombre primitivo abandonó la caza y la recolección de frutos silvestres para convertirse en granjero y agricultor, perdió gran parte de su capacidad natural de sufrir, adaptarse y sobrevivir.
El humano contemporáneo ya olvidó cuál es el precio del esfuerzo por vivir cada día. La tecnología y las comodidades modernas han conseguido reducir ese esfuerzo de forma dramática. Ahora, los humanos ya no perecen intentando cazar la presa que será su alimento, ni a causa de enfermedades para los que aún no encontró remedios; ahora muchos humanos perecen por enfermedades coronarias y otras debido a su alimentación, sedentarismo y forma de vida. En consecuencia, los humanos se alejaron de la Naturaleza, aquella que les curtía y sometía, pero también la que cubría sus necesidades básicas, viviendo en contacto directo con ella, en toda su esencia.
Aún así, muchos humanos actuales regresan a la Naturaleza y experimentan su contacto por diversas vías, desde una opción profesional o amateur: alpinismo, escalada, senderismo…; e incluso más allá de la montaña, como Neptuno cabalgando las olas y desafiando las fuerzas de la Mar, también enfrentándose a las tórridas arenas de desiertos imposibles, o entre remotos hielos donde la vida es incompatible con el medio.
Esas incursiones, desde las más rudas y extremas, hasta las más asequibles a edades tempranas, enmarcadas en el deporte de aventura, el escultismo o la supervivencia deportiva, constituyen prácticas que, además de contribuir a la fortaleza física y mental, ayudan a incrementar la seguridad en nuestras capacidades de acción e improvisación, conocer nuestras limitaciones y prepararnos para una eventual necesidad de luchar por la existencia en un situación real de supervivencia.
No obstante, este artículo no va dirigido a profesionales, cuya preparación y experiencia no puede llegar fruto de unas pocas páginas, sino de un esforzado trabajo y dedicación de estudio y práctica a lo largo de un tiempo. Este contenido está enfocado al explorador aficionado, a los que buscan internarse voluntariamente en la Naturaleza como una opción de aventura y, en general, a todos los que vean la Naturaleza desde una perspectiva de majestuosidad, belleza y conocimiento.
La preparación y estudio de la Naturaleza para adentrarse en ella voluntariamente, minimiza los riesgos de sufrir accidentes o quedarse aislado y desorientado. La montaña es el medio más cercano al que podemos acceder la mayoría de personas, para instruirnos en el aprendizaje de las vivencias en diferentes situaciones, tanto físicas como psicológicas, y donde observar cómo reaccionamos ante los estímulos que podemos recibir del propio ambiente, así como la respuesta más adecuada a cada caso.
La montaña es un objeto recurrente de numerosos adictos a ese medio. No es preciso ser un deportista de élite, ni un alpinista renombrado para acercarnos a ella y fundirnos en el sentimiento que produce descubrir sus secretos y recorrer la intimidad de su geografía. Aún así, desde una iniciativa no profesional, también es necesario dotarse del equipo adecuado para aventurarse en la montaña, sin correr más «riesgos» que aquellos que no se han dejado a la improvisación. La prevención es una medida que debemos adoptar siempre que tengamos la intención de incursionar en espacios naturales, especialmente si viajamos solos o sin apoyo. Muchas situaciones no pueden preveerse, pero sí podemos dotarnos para el viaje de elementos que nos ayudarán a sobrellevar, e incluso solventar, situaciones inesperadas que se pueden dar durante nuestra actividad en el medio natural.
Por supuesto, una acción preventiva y necesaria, es conocer las predicciones meteorológicas para las fechas y lugares que visitaremos. Una opción que no se ha incluido en los materiales que debemos llevar con nosotros, pero que resulta muy recomendable, es una pequeña radio portátil y pilas de repuesto, que nos permitirá hacer un seguimiento de la información meteorológica una vez nos hallemos en el destino.
Debemos prestar especial atención a la bolsa de viaje, por tratarse del contenedor que guardará y transportará los objetos, herramientas y materiales que pueden ser necesarios en algún momento a lo largo de nuestra aventura. Debe ser fuerte y resistente, de tipo o similar a las mochilas de caza, con la capacidad adecuada y lo suficientemente cómoda para ser transportada con todo su contenido sin emplear un excesivo esfuerzo. Normalmente, una buena calidad del material suele influir en un menor peso.
Una mochila ligera, resistente y modular. Imagen cortesía de lamnia.com
El tipo de mochila y el contenido también debe obedecer a las características y tiempo empleado en el viaje. Para una excursión de pocas horas o días, debería ser lo más ligera posible y transportar sólo lo imprescindible. Por ejemplo, para un día de senderismo no sería necesario tienda de campaña, ni esterilla, ni saco de dormir, que siempre son objetos voluminosos.
No se concibe a un explorador de la Naturaleza sin el equipamiento que le permita orientarse en ella, especialmente si surgen circunstancias o incidencias que le impiden seguir el itinerario marcado, por ejemplo en el caso de un aislamiento forzoso por inclemencias meteorológicas o por un retraso excesivo. También, algunos objetos que avisen de nuestra presencia a posibles rescatadores:
No es necesario prescindir de la tecnología por el mero hecho de buscar la aventura y el encuentro con la Naturaleza. Más aún, el teléfono móvil con GPS, y la instalación de algunas aplicaciones como mapas y otras que no requieran una conexión de datos para su uso, pueden resultar extremadamente útiles si nos perdemos, o necesitamos establecer nuestra ubicación y el norte geográfico verdadero, conocer la altitud, etc. Disponer de un medio de comunicación es una garantía de seguridad ante cualquier incidente en el que necesitemos pedir ayuda urgente. Además, si incluimos un pequeño cargador de baterías solar dispondremos de autonomía, al no estar limitados a la cercanía de un enchufe eléctrico.
Para exploraciones largas
Depende de las características del viaje, el tiempo de duración y las necesidades energéticas para las actividades a realizar. Pueden consistir en frutos secos, galletas energéticas, alimentos envasados, así como bebidas energéticas o isotónicas. Si conocemos los frutos silvestres, podemos ingerir bayas y otras frutas frescas que hallemos en el entorno, como arándanos, zarzamoras, grosellas, frambuesas, etc. Si la exploración es larga podemos intentar pescar y cazar pequeñas presas.
Si pretendemos adentrarnos en espacios naturales no delimitados o acondicionados para el acceso ordinario de personas, una regla básica de seguridad nos obliga aún más a organizar el viaje concienzudamente y dotarnos de la indumentaria, calzado y equipo adecuado. Caza zona requerirá un tipo de equipamiento, pues no será lo mismo planificar un viaje a un lugar árido o desértico, que a otro de bosque o montaña; ni tampoco si se halla ubicado más hacia el Ecuador, que hacia las zonas meridionales y septentrionales. E igualmente, es muy diferente la equipación necesaria para una larga escapada que para una simple excursión de 24 horas.
Especialmente si nos adentramos en el bosque o la montaña, e incluso en las frías noches del desierto, las prendas de abrigo y protección son imprescindibles. Las botas y/o zapatillas de deporte, como los demás elementos, deben elegirse de acuerdo con el tipo de actividad que vayamos a realizar; lo bonito es secundario, lo fundamental es que sean prácticas y funcionales, en definitiva, que cumplan con su cometido. En cualquier caso, no debemos cometer el error de utilizar zapatillas de deporte en terrenos irregulares, escarpados, con hielo o nieve, o con pendientes pronunciadas; es importante hacernos con unas botas de montaña que ofrezcan la protección adecuada.
Recordemos que el calzado no solo soporta nuestro peso, también sufre la tracción, inclemencias y todas las vicisitudes de nuestra movilidad y actividad física. El tipo de suela es una característica importante a tener en cuenta; las de montaña deberían ofrecer buen agarre y resistencia, además de comodidad. La dureza de las suelas depende de cada modelo y el destino que se le dará; las hay rígidas enfocadas al invierno, y de media dureza a más blandas pensadas para la temporada estival. Para excursiones cortas, las suelas blandas resultarán más descansadas (especialmente si la plantilla también es flexible), aunque las de mayor dureza tendrán una vida más larga.
La protección contra el agua y la humedad también es otro punto a contemplar. Las botas que usan membranas microscópicas transpirantes, como las de tipo Gore-tex, son las más apreciadas aunque también las más caras, pero los elevados precios están fundamentados en lo avanzado de esa tecnología.
Es evidente que las prendas de vestir que llevaremos puestas en el trayecto entre nuestro punto de partida y el lugar donde tendremos la actividad, puede diferir debido al clima existente en cada zona si están muy distanciadas. Pero, si hablamos de una excursión a la montaña, o un día de senderismo, las necesidades de atuendo incluido el trayecto se reducen notablemente.
En general, aunque especialmente en montaña, podemos considerar las siguientes prendas, asumiendo o descartando las que necesitemos según las condiciones ya comentadas:
En zonas de clima cálido, tropical y/o desértico, debemos considerar además:
Obvia decir, que el tipo de calcetines a utilizar también debe adecuarse a las características climatológicas de los espacios en que se va a desarrollar la actividad. Existe una amplia gama de modelos y materiales, tanto de fibras sintéticas como de las tradicionales lana y algodón. Las fibras sintéticas suelen presentar una mayor absorción de la humedad y secado más rápido. Si vamos a movernos en lugares de frío extremo, podemos combinar un calcetín interior sintético y otro exterior de lana.
Cuando las condiciones del clima del lugar es adverso, o se presentan inclemencias meteorológicas extremas, resulta más eficaz llevar varias capas de ropa fina, que una única capa de ropa más gruesa. El objetivo es siempre evitar la pérdida de calor del cuerpo. El sistema de capas permite mantener una cámara de aire entre las distintas prendas, al tiempo que se facilita la transpiración. Una gran ventaja de este sistema, es que podemos quitar o poner prendas según nuestras necesidades, facilitando así el desplazamiento.
Para que funcione adecuadamente, cada una de las capas debe tener unas características concretas:
La primera capa está en contacto con la piel, es la primera barrera que impedirá la pérdida de calor y eliminará la humedad y el sudor, así la piel se mantendrá seca. Como se dijo, las fibras sintéticas serán las más adecuadas para absorber la humedad, como el poliester o el polipropileno, y son mucho más eficaces que las de algodón. Estas prendas deben vestirse totalmente ajustadas al cuerpo, y deben facilitar los movimientos.
La segunda capa es intermedia de abrigo y también permite retener el olor corporal. Normalmente se utilizaba lana, por su capacidad de abrigo, pero tiene un secado lento y además contribuye a aumentar el peso por la retención de la humedad; las prendas que combinen lana y fibras sintéticas son las más adecuadas.
La tercera capa es la exterior, y su función es proteger del viento, la lluvia y la nieve. Existe una gran tecnología en este tipo de prendas, incluso con membranas de fibras microscópicas que permiten la transpiración pero son totalmente impermeables. El Gore-tex es una de las más famosas; los poros de las membranas de estas fibras son 20.000 veces más pequeños que una gota de agua.
La última capa debe ser impermeable y capaz de parar el viento
En nuestro tiempo cualquier punto sobre la superficie de la Tierra puede ser localizado mediante un sistema de referencia tridimensional: las llamadas coordenadas geográficas. Este sistema consiste en unos ejes o planos, que permiten establecer la situación de un punto del globo terráqueo mediante una línea de latitud (correspondiente con los paralelos), otra línea de longitud (correspondiente con los meridianos), y una tercera línea usando el centro de la tierra como referencia. El punto de partida convenido de las dos primeras líneas son, el ecuador terrestre para los paralelos, y la ciudad inglesa de Greenwich para los meridianos. Ambos dividen la Tierra en dos planos, norte y sur del Ecuador (que es el paralelo 0), y Este y Oeste de Greenwich (que es el meridiano 0).
El explorador de la Naturaleza, o incluso un simple caminante que busca el contacto con ella, necesita siempre ubicarse sobre la superficie terrestre, sea usando un mapa o siguiendo marcas o puntos de referencia. Un caminante que sigue un itinerario marcado, utiliza habitualmente un sistema lineal de una sola dimensión, es decir, tiene un punto de partida y se dirige a un punto dado de llegada, ejemplo, el principio de un sendero y su final. A lo largo de ese itinerario podrá indentificar y marcar en un plano dónde se halla ubicado cada elemento de interés, por ejemplo, un mirador a 1 km del punto de partida, un lago o una fuente a 1,5 km, o un albergue a 2 km.
Pero, no siempre podremos disponer de esas marcas, sea porque los caminos no se hallan identificados, o porque nos hayamos adentrado en zonas salvajes o de montaña. El teléfono inteligente es una opción rápida y eficaz para situarnos, pero es un recurso que puede quedar inaccesible por variadas causas (baja batería, averías, etc.).
La brújula magnética es una opción estimable para obtener la dirección norte-sur, pero hay que recordar que esta aguja no marca el norte geográfico o verdadero, sino el norte magnético, que se halla desviado de aquél al menos 11º. Esta desviación, conocida como declinación magnética, es diferente en cada punto de la tierra, por lo que necesitaríamos disponer de tablas de declinación para aplicar la corrección y conocer el norte verdadero. Aún así, una brújula magnética no ocupa apenas espacio, y debe considerarse siempre como una buena alternativa para conocer el norte aproximado.
En estas condiciones, debemos aprender también a ubicarnos sobre el mapa utilizando otros parámetros que veremos seguidamente.
Antiguamente, «orientarse» consistía en buscar el «Oriente», de ahí esa expresión, referida al Este o punto por donde sale el sol. Actualmente, orientarse adquiere un concepto más exacto, como es la búsqueda de la dirección Norte-Sur. Esta dirección coincide más o menos con el eje de rotación de la Tierra, y de ella se pueden deducir los otros dos puntos cardinales, Este y Oeste.
En la Naturaleza, y sin ningún equipo tecnológico disponible, las referencias fundamentales para orientarse son el Sol y las estrellas. El Sol, especialmente, es una referencia de primera magnitud para la orientación durante el día, al tratarse de un astro con unos movimientos regulares y bien conocidos. Pero, debemos hallar algún método de medir las diferencias angulares a lo largo de las distintas estaciones ya que, debido al plano de la eclíptica que se halla inclinado con respecto al ecuador terrestre, aunque básicamente el Sol sale por el Este y se oculta por el Oeste, esto sólo sucede exactamente dos veces al año, durante el equinoccio de primavera (21 de Marzo) y el equinoccio de otoño (23 de septiembre); en esas fechas, el Sol se halla sobre la vertical del ecuador, y por tanto el día y la noche duran aproximadamente lo mismo (12 horas) en cualquier punto de la superficie terrestre. El resto del año, el sol se desplaza gradualmente hacia el norte entre el invierno y la primavera, alcanzando su máxima altura el 21 de junio (solsticio de verano); y después hacia el sur alcanzando la mínima altura sobre el 21 de diciembre (solsticio de invierno); en esas fechas se producen los periodos más largos de luz respectivamente en cada hemisferio.
Conociendo estos movimientos del astro, podemos establecer que el sol se alinea con el meridiano del lugar en que nos encontremos justo al mediodía. Es una línea imaginaria llamada «meridiana» y marca justo la dirección norte-sur. Podemos comprobarlo clavando un palo en el suelo verticalmente, y al mediodía solar la sombra que proyecte será justo la dirección norte-sur. Podemos utilizar un gnomon rudimentario construido por nosotros mismos, para hallar la meridiana y así orientarnos tomando el norte o el sur como referencia. Un gnomon es un artilugio astronómico que, básicamente, consiste en un palo o estaca vertical que proyecta una sombra.
Existen varios métodos para hallar la meridiana pero mostraremos sólo los tres más sencillos:
Este método requiere disponer de tiempo, ya que necesitaremos seguir el movimiento del sol desde el amanecer hasta el atardecer. Para ello, como se muestra en la imagen, necesitamos un palo vertical que puede ser de 1 metro de altura, que proyecta una sombra. Marcamos con una piedra justo donde termina la sombra (punto A). Seguidamente, con una cuerda que tenga de largo la longitud de la sombra entre el punto A y la base del palo (eso será el radio), trazamos una circunferencia. La sombra irá primero haciéndose más corta hasta llegar a un punto en que ya no decrecerá más y volverá a crecer; justo cuando la punta de la sombra toque de nuevo la circunferencia marcamos de nuevo ese punto. Ahora, unimos ambos puntos con una recta (la línea de sombra). Para hallar la línea norte-sur sólo hay que trazar una línea transversal justo en el centro de los puntos A y B (ángulo de 90º), que pase por la base del palo.
Este método no es tan preciso, pero podemos hacerlo en cualquier momento a lo largo del día, preferiblemente con el sol algo alto. Para ello, como ya hicimos en el método 1, marcamos el punto A donde se proyecta la punta de la sombra. Ahora debemos esperar al menos 15 minutos (cuanto más tiempo esperemos más precisa es la medición) para obtener una segunda sombra que se halle suficientemente distanciada de la primera, y que marcaremos como punto B. Unimos ambos puntos A y B con una recta que llamaremos línea de sombra, y trazamos una línea transversal formando un ángulo de 90º con la línea de sombra, que corte la base del palo en su proyección. Esa es la línea norte-sur aproximada.
Para usar este método, tenemos primero que asegurarnos que el reloj está en hora solar. Muchos países tienen la hora oficial atrasada con respecto a la solar por motivos de ahorro energético, habitualmente una hora menos en invierno y dos horas en verano. Una vez comprobada esta particularidad, situaremos la manecilla pequeña apuntando al sol y observaremos el ángulo que forma con las 12 del reloj. Mentalmente trazaremos la bisectriz de ese ángulo; esa línea indica el Sur.
Lo dicho funciona en el hemisferio norte; en el hemisferio Sur tendríamos que apuntar hacia el sol la cifra 12 del reloj, y observar el ángulo que forma con la manecilla pequeña. La bisectriz de ese ángulo indicaría el Norte.
Este procedimiento también funcionaría por la noche utilizando la luna como referencia, siempre que ésta se encontrase en el plenilunio, es decir en la fase de luna llena.
En el hemisferio boreal es fácil orientarse por las estrellas gracias a la Estrella Polar, ya que el eje norte-sur de rotación de la tierra apunta hacia esa estrella. Se halla situada en la constelación de la Osa Menor, y aunque suele mostrarse en las ilustraciones de las constelaciones como una estrella más, en realidad no es muy luminosa, por eso hay que fijarse bien. Para detectarla, resulta más fácil tomar como referencia a otras constelaciones cercanas, como la Osa Mayor o Gran Carro.
En la imagen se pueden observar las cuatro estrellas que se sitúan en el extremo del carro; si prolongamos mentalmente las dos últimas unas 4 o 5 veces, nos toparemos con la estrella polar; también la constelación de Casiopea puede ayudarnos a localizarla. Para obtener la dirección norte-sur, sólo hay que ponerse cara a la estrella y bajar la vista perpendicularmente hasta el horizonte; ese punto es el Norte, a nuestra espalda estará el Sur, a la derecha el Este y a la izquierda el Oeste.
En el hemisferio austral no se dispone de un fenómeno similar, pero se puede obtener una aproximación aceptable utilizando la constelación de la Cruz del Sur, que tiene una forma que se asemeja a un rombo o cometa; si prolongamos entre 4 y 5 veces las dos estrellas centrales como se muestra en la imagen, obtendremos un punto imaginario, que una vez trasladado al horizonte perpendicularmente se corresponderá con la ubicación aproximada del Sur geográfico.
Disfrutar de la Naturaleza no significa prescindir de la seguridad. Invertir en ella es invertir en más garantías de que nuestra aventura comenzará y concluirá sin sufrir contratiempos. Debemos prestar atención a la calidad de los materiales que vayamos a utilizar, dedicando el tiempo necesario a su aprendizaje y práctica de las técnicas que correspondan a cada situación.
Como este artículo no va dedicado a profesionales, obviaré mucha información innecesaria, pero aún así, los exploradores amateurs deben ser conscientes de sus capacidades y limitaciones, y no exponerse en actividades que les pueden superar, como puede ser la alta montaña o el alpinismo, donde normalmente se requiere experiencia y conocimientos avanzados. Aún así, nunca se está exento de sufrir accidentes durante una simple excursión, donde el riesgo puede parecer escaso.
En la montaña siempre se está aprendiendo. Una adecuada preparación, mucha dosis de prudencia y la experiencia acumulada día a día, nos ayudarán a ganar en seguridad y capacidad de reaccionar ante cualquier imprevisto. Podemos encontrarnos con peligros subjetivos, como pueden ser los del propio ser humano, al infravalorar el tipo de actividad que desarrolla, supravalorar el propio conocimiento personal, ignorar los posibles peligros, etc. Y también podemos hallar peligros objetivos, debido a causas naturales, como aludes, nevadas, desprendimiento de rocas, cambios bruscos de las condiciones meteorológicas, etc.
Cuando nos exponemos en plena naturaleza existen múltiples parámetros que podrían desembocar en una situación de supervivencia forzosa. Prevenir antes de la partida, dotándonos de los medios de equipo, indumentaria, herramientas y otros utensilios, junto con la aplicación de una buena dosis de prudencia y sentido común, son básicos para minimizar los riesgos que pudiéramos llegar a correr.
Aún así, puede suceder un incidente que trastoque nuestras expectativas y nos obligue a tomar medidas enfocadas a conservar la vida, al menos durante el tiempo suficiente para ser rescatados si es que no podemos valernos por nuestros propios medios. Animales peligrosos, aguas contaminadas, terrenos inestables, fuego, aludes… son algunos de los elementos que pueden causarnos lesiones graves, que afecten a nuestra movilidad para poder abandonar el lugar. En situaciones así, es muy conveniente conocer técnicas de supervivencia para, llegado el momento, emplearlas correctamente y salir airosos del trance.
Existen unos pilares básicos de importancia a considerar en una situación de supervivencia:
• Ganas de vivir
• El refugio
• La temperatura
• La hidratación
• La alimentación
La obsesión por sobrevivir debe ser el primer punto a considerar. Sin ganas de vivir no se sobrevive. Esto puede resultar fácil de entender desde la cómoda posición de un sofá del hogar, pero cuando nos hallamos en una situación apurada donde la vida corre grave riesgo, y sin embargo el cuerpo no responde y nos invita a parar y abandonarnos dándolo todo por perdido, surge una dura lucha interior entre el cuerpo y la razón, donde ambos fuerzan por llevar la delantera. Si gana el cuerpo, perdemos y perecemos. El optimismo y convencimiento de que se conseguirá el objetivo nunca debe decaer; el pesimismo augurando una pronta derrota es el peor de los escenarios psicológicos. Es aquí, en el dominio de la voluntad, donde debemos detenernos a aprender cómo funciona, educándola y entrenándola.
el pesimismo augurando una pronta derrota es el peor de los escenarios psicológicos
Si nos hallamos en compañía, el esfuerzo por dominar la voluntad sobre el cuerpo es más llevadero, pues siempre hay quien consigue mantener lúcida su mente y reconducir la situación, apoyando al resto del grupo física y psicológicamente; en esos momentos los sentimientos de unidad y solidaridad deben primar, por encima de cualquier egocentrismo. El que tome esa dirección en el grupo, debe ocuparse de razonar ante los demás algunas cuestiones que, en una situación extrema, pueden llevar a egoísmos y perjudicar al conjunto. Así, hay que hacer comprender que con escasez de alimentos deben racionarse, al igual que el agua, que es uno de los elementos más importantes, incluso más que los alimentos sólidos, pues sin agua no se puede sobrevivir mucho tiempo, mientras que la falta de alimentos puede ser mantenida por el organismo durante semanas si no se tiene ninguna patología grave. También se debe razonar, que los que se hallen más enfermos necesitan tener cierto grado de preferencia, por ejemplo en ocupar el espacio más cálido en un refugio, o ingerir un poco más de agua y alimentos que el resto. Esto, en algunas personas susceptibles puede provocar incidentes, lo que implica la necesidad de un mayor grado de liderazgo y capacidad de hacer comprender.
En una situación de supervivencia, puede darse el caso de que todas las tareas que nos hemos marcado para sobrevivir se estén desarrollando satisfactoriamente, por ejemplo que hayamos encontrado cobijo o construido un refugio adecuado; que tengamos alimentos y agua suficiente; que la temperatura no sea limitativa o incluso sea confortable; o que nos hallemos en grupo y estemos compartiendo esa experiencia en buena compañía, a la simple espera de un rescate o de las condiciones que permitan abandonar el confinamiento. En esa situación aparentemente «plácida», la inactividad por tener los problemas resueltos es otro problema añadido; al igual que en nuestra vida cotidiana debemos establecer un tiempo dedicado a cada obligación, descanso y ocio, asegurándonos de que se cumpla estrictamente. Si estamos en soledad, este cumplimiento debe ser aún más riguroso, manteniéndonos así activo sin correr el riesgo de caer en una rutina que, en casos extremos, podría llevarnos a un estado de locura que nos impida tomar acciones eficaces para la supervivencia.
Si nos sucede el caso contrario, en que todo nos parece imposible o con una dificultad excesiva, la depresión y el desánimo pueden aparecer en poco tiempo. Es entonces cuando debemos procurar plantearnos metas factibles para combatir esa tendencia negativa. Debemos marcarnos retos, cada vez con más dificultad hasta controlarlos, y una vez conseguidos actuar como en el caso anterior, manteniendo la actividad.
Si sufrimos unas condiciones atmosféricas adversas o la noche se acerca, la construcción de un refugio o vivac nos permitirá salvar la situación hasta que amaine. Esto requiere cierto esfuerzo, herramientas y materiales, cuerdas y algo de tiempo. Cada lugar, junto con alguna dosis de imaginación, nos puede ofrecer algo con qué trabajar.
La ubicación de un refugio nos obliga a tener en cuenta el tipo de terreno, la situación y su orientación. Sabemos que las caras más soleadas son las que miran al Sur o al Sureste, y por tanto serán las más cálidas y secas. Las hondonadas pueden protegernos del viento, pero deben elegirse alejadas de ríos, pantanos o zonas húmedas. En los terrenos llanos, una buena protección podría hallarse en los taludes y matas espesas. Las cubiertas vegetales pueden proporcionarnos un lecho mullido, siempre que estén secas; en este caso la vegetación de ribera no es adecuada, como los helechos, juncos, etc. Los árboles frondosos aislados pueden proteger del rocío; en los bosques se conserva mucha humedad, aunque en contrapartida se produce menos viento.
Un refugio se puede construir más o menos rápido dependiendo de los materiales empleados. Básicamente un refugio consta de un lecho, unas paredes y un techo. El lecho, como se dijo, puede ser cualquier cubierta vegetal que impida el paso de la humedad al tiempo que mantiene una capa de aire entre el suelo y nuestro cuerpo; puede consistir en ramas y hojarasca.
Las paredes permiten parar el viento; para su construcción podemos apoyarnos en árboles, rocas o taludes; los materiales pueden ser enramados, palos, muros de piedra o barro, en incluso hielo o nieve o una combinación de todos estos elementos.
Construcción de un tejadillo utilizando hojas grandes dispuestas en forma de tejas
El techo es fundamental para protegernos de la lluvia, rocío, nieve, etc. Su construcción puede ser semejante al de las paredes, utilizando materiales similares; se pueden utilizar enramados e incluso grandes hojas hojas dispuestas en forma de tejas para verter las aguas de lluvia. En algunas ocasiones podemos encontrar formaciones rocosas que ofrecen un techo improvisado, y alrededor del cual levantar las paredes. Aunque dispongamos de plásticos, no resultan prácticos por los problemas de condensación que presentan.
En las zonas boscosas, a pesar de la humedad que suele existir, podemos hallar casi todo lo necesario para una construcción improvisada: árboles y arbustos para obtener pilares, palos a modo de vigas, ramas para paredes y techos, así como hojarasca y vegetación para el lecho.
Si disponemos de un toldo podemos construir un vivac cubierto, apoyando el toldo sobre algún escalón natural, que puede estar sujeto con piedras o picas de madera. También podemos situar el toldo alrededor de un árbol, usándolo como punto central, o entre dos árboles sujetándolo con una cuerda.
En zonas nevadas o de hielo, a pesar de la sensación de frío, un refugio bien construido permite descansar en él a una temperatura constante dentro de límites aceptables. Si el espesor de la nieve es superior al metro, una buena opción es cavar una trinchera y cubrir el hoyo con palos y ramas si disponemos de ellos, usándolos también para extenderlos por el fondo a modo de lecho y aislante. Otra opción es cavar una cueva en la nieve en alguna zona con pendiente. En algunas ocasiones no es preciso un refugio completo, bastando con levantar un muro que nos proteja del viento.
Opción para protegernos del rigor de los desiertos
En el desierto, debido a las características climáticas y del terreno, la protección que se suele necesitar es sobretodo contra el frío nocturno y el calor del día. Otro factor ocasional son las tormentas de arena. Una opción adecuada es abrir una trinchera en la arena cubierta con los materiales que podamos encontrar, como palos y ramas, o una tela sujeta con piedras; esto minimizará también las pérdidas de agua.
El ser humano necesita mantener una temperatura corporal estable entre 36 y 37º C para conservar la vida. En una situación de supervivencia, beber, comer y disponer de un refugio puede no ser suficiente. Las inclemencias meteorológicas y otros factores, pueden traspasar nuestros límites y provocar una caída de la temperatura corporal. Si esa caída es progresiva comenzaremos a sufrir una serie de episodios que culminarán con la muerte.
Hay que evitar la pérdida del calor corporal, sea mediante un fuego o protegiéndonos con prendas térmicas, e impermeables cuando la lluvia y humedad están presentes. Por supuesto, un buen refugio y una adecuada hidratación son muy importantes.
Los humanos podemos pasar incluso semanas sin ingerir alimentos, pero sin hidratarse pereceríamos en pocos días. Hidratarse en la naturaleza, aunque puede parecer tan sencillo como beber en un río, puede tener consecuencias indeseables ante posibles agentes contaminantes. Incluso ante una fuente que parece cristalina debemos desconfiar siempre. Lo más recomendable antes de servirnos de las aguas que hallemos es utilizar pastillas potabilizadoras o, si disponemos de hornillo, hervirla primero y dejar enfriar. Otra opción es añadir dos gotas de yodo por cada litro de agua y esperar media hora antes de consumirla.
Las aguas de lluvia podemos recogerlas para beber, pero recordemos que no contienen sales minerales, son aguas destiladas.
Si nos hallamos en la ribera de un río, podemos cavar un hoyo a unos pocos metros de la orilla con una profundidad que sobrepase el nivel del río. Lo habitual será que comience a manar agua limpia. Podemos beber esa agua con más seguridad que haciéndolo directamente del cauce, aunque conviene antes cerciorarnos de que en las inmediaciones río arriba no haya ninguna ganadería o industria, que podría filtrar contaminantes.
Podemos construir un filtro de agua rudimentario pero que funciona. Para ello, necesitamos montar un trípode con unos palos y atar tres gasas o pañuelos en cascada como se muestra en la imagen. En el primer pañuelo depositaremos gravillas o arenas gruesas; en el segundo pondremos arenas más finas; en el tercero carbón triturado que podemos obtener de las ascuas del fuego. Debajo colocaremos un recipiente y haremos pasar el agua poco a poco a través de los pañuelos. Antes de beberla, conviene dejar reposar por si quedase algún resto de arena o cenizas.
Si nos hallamos en terreno nevado, podemos obtener agua fundiendo nieve con el hornillo. Otra opción para fundirla en ausencia del hornillo, es introducir la nieve en una bolsa te tela y colgarla al sol en un trípode en alguna zona protegida del viento. También podemos meter la nieve en una bolsa plástica de uso alimentario; después practicamos un pequeño agujero en la base y vamos recogiendo con paciencia el agua que cae.
Los alimentos deshidratados o envasados que portemos pueden resultar poco apetitosos sin elaboración, aunque cumplan la función de nutrirnos en un estado de supervivencia. Una forma de elaborarlos sin utilizar hornillo ni gas, es utilizando un método muy socorrido, consistente en usar una losa lo más plana posible sustentada sobre unas piedras, bajo la cual haremos fuego con leña. Podemos usar la piedra a modo de parrilla o sartén, para asar alimentos frescos o calentar los envasados.
Otro método, es suspender los alimentos sobre el fuego usando algún soporte, por ejemplo mediante tres ramas apoyadas en su extremo superior a modo de trípode. De ese punto podemos colgar el recipiente que usaremos para cocinar, o construir una plataforma de palos verdes sobre la que depositar los alimentos. Los soportes también pueden construirse con dos horquillas de madera extraídas de alguna rama y colocar un palo horizontal sobre ellas en la que se ensartará la pieza que deseamos asar (carne, pescado,etc.); girando de vez en cuando el palo podemos asar el alimento de forma homogénea. También podemos usar este método para colgar un recipiente.
Método para cocinar el pan
Si disponemos de harina, el mismo método de las horquillas y el palo horizontal lo podemos usar para elaborar pan. Para ello debemos amasar la harina y moldearla como un cilindro alargado, y después enrollarla alrededor del palo.
Una forma de proteger el fuego
Si hay viento, los sistemas anteriores pueden ser difíciles de controlar o insuficientes para cocinar totalmente el alimento, por ello debemos proteger el fuego. Podemos construir un pequeño muro de piedras alrededor del fuego, o solo en la zona por donde sopla el viento con un parapeto de troncos de madera. Si no disponemos de piedras o troncos, podemos cavar un hoyo en tierra que sirva al tamaño de la hoguera, y colocar sobre el fuego unas ramas verdes en forma de trébede para sostener el recipiente.
Incluso sin disponer de ningún tipo de utensilio ni recipiente para cocinar, podemos asar los alimentos envolviéndolos en hojas (por supuesto que no sean tóxicas), y después cubriendo todo el conjunto con barro formando una bola o un cilindro. Después lo Introducimos entre las brasas; dependiendo del tipo de alimento podemos tenerlo asado en menos de una hora. Si no dispusiéramos de barro, podríamos cubrir el alimento envuelto en hojas, con piedras de mediano tamaño y encender la hoguera justo encima. Las brasas y cenizas caerán a través de las rendijas de las piedras y cocinarán el alimento.
En una situación de supervivencia, dependiendo de la zona, pueden existir variadas posibilidades de obtener alimento, aunque culturalmente hay muchos de ellos que no los consideramos aptos. En realidad, cuando nuestra vida está en juego podríamos sorprendernos la capacidad humana para atreverse a ingerir cosas que tradicionalmente pueden parecer repugnantes. Aún así, debemos conocer las costumbres de los animales candidatos a ser nuestro alimento, pues no todos son comestibles, en el sentido de venenosos o tóxicos, y también porque pueden portar parásitos.
La caza de aves y mamíferos no es sencilla si sólo disponemos de nuestras manos y si acaso un cuchillo y una cuerda. Resultará más fácil cazar pequeños roedores, usando trampas y lazos corredizos. Estas carnes pueden conservarse mediante el ahumado, colgándolas próximas a una hoguera de maderas secas; también podemos secarlas al sol.
Existen variados métodos de caza con trampas. Uno de los más recurridos es el lazo corredizo, al que se le sujeta un artilugio en tensión que se libera cuando la presa mueve el cebo o pasa su cabeza por el lazo. En las imágenes se puede observar este sistema, en un caso con el lazo en vertical para colocar delante de una madriguera, y en el segundo colocado en el suelo justo debajo del cebo. El punto «a» es una cuerda que está sujeta a una rama que se halla doblada y por tanto en tensión, esa fuerza hace que una cuña construida en madera se mantenga firme en la hendidura de una estaca.
En el primer ejemplo, cuando la presa entra o sale de la madriguera, al pasar su cabeza por el lazo tira de él y de la cuña, liberando ésta de la hendidura, siendo levantada la presa por la fuerza de la rama en tensión. En el segundo ejemplo, el lazo se sitúa debajo de un cebo sujeto por una cuerda cuyos extremos se hallan unidos, por una parte a la cuña y por la otra a una estaca. Cuando la presa se sitúa debajo del cebo y lo agarra con los dientes, ese movimiento sigue el mismo proceso ya comentado antes, siendo en este caso levantada la presa cuando el lazo se cierra sobre sus patas.
Existen varias formas de hacer nudos corredizos, uno de los más eficaces es el llamado «ahorcaperros», se hace mediante una pequeña modificación al nudo conocido como «as de guía». El nudo de la ilustración de arriba es un as de guía original, se trata de un típico nudo marinero que se utiliza para construir gazas con las que encapillar algún objeto, como un noray para atracar las embarcaciones; también se usa en alpinismo.
En este caso, al nudo original del as de guía le vamos hacer una modificación, de tal forma que azocando bien la gaza para reducir su diámetro todo lo posible (figuras 3 y 4 de la ilustración de arriba), nos quedará un as de guía corredizo, con un lazo que podemos aumentar o reducir según nuestras necesidades.
La pesca debemos realizarla en aguas que no se hallen estancadas, indicio de que pueden estar contaminadas. Cualquier pieza, sea pez, crustáceo o molusco, debe ser consumido al poco tiempo de ser capturada. El pescado podemos conservarlo por el mismo sistema de las carnes: ahumado o desecado. Para pescar podemos utilizar anzuelo y sedal, o construir una nasa rudimentaria con palos, como se muestra en la imagen.
Otra fuente de alimento son los insectos, reptiles y anfibios. Por supuesto, debemos guardar precauciones con algunos de estos animales, ante posibles mordiscos o picaduras. Decir, que tanto insectos como grillos, saltamontes o cigarras, por ejemplo, constituyen una excelente fuente de proteínas, incluso más que las que posee la carne, si somos capaces de obviar el rechazo que nos puede producir. No obstante, algunas especies, como lagartos y culebras, suelen ser comestibles, y además sus carnes tienen un gusto agradable, en muchos casos nos recordará a la carne de pollo.
Típica fruta silvestre: la zarzamora
Existen otras fuentes de alimentos que podríamos hallar en forma silvestre: muchos frutos de uso ordinario en la vida urbana son de naturaleza silvestre, como los arándanos, frambuesas, grosellas, zarzamoras, etc. Incluso podemos alimentarnos de muchas verduras que nacen asilvestradas: berros, ortigas, puerros silvestres, así como frutos de los árboles como piñones, castañas, nueces, avellanas, etc. Existen igualmente un buen número de raíces, tubérculos y hongos comestibles: diente de león, ajo silvestre, nenúfar, escorzonera… Tendremos más precaución con los hongos, si no somos expertos; quizá los champiñones, por ejemplo, sean mucho más fáciles de identificar para cualquier profano en esa materia.
Ante la duda, no debemos consumir ningún vegetal del que no estemos seguros.
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Fuentes de consulta:
–https://www.lamnia.com/es
-Descubrir la Naturaleza. Comunidad de Madrid
-Manual para el escultismo. Scouts
-Manual Scout de supervivencia
-Iniciación a la montaña. Manuel Muñoz
-Manual de técnicas de montaña. Ed. Paidotribo
-Manual básico de medicina de montaña. Ed. Desnivel
-Manual Seal de supervivencia. Clint Emerson
-Manual de supervivencia del MNC. Fernando Yengle
-Técnica básicas de supervivencia. Daniel Macedo
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