Museos sumergidos, parques submarinos, réplicas o reconstituciones digitales de pecios… todos los medios son buenos para exhibir el patrimonio cultural subacuático sin deteriorarlo. Algunos son más onerosos que otros, pero también más feéricos. Tal es el caso del museo de la bahía de Alejandría.
© D.Frka/Fotografía reproducida con el amable permiso del Ministerio de Cultura, Croacia
Bronce helénico de un joven atleta. Isla de Vele (Croacia).
Un museo submarino en la bahía de Alejandría
Stonehenge, la catedral de Chartres o las pirámides de Egipto son sitios que testimonian en forma imperecedera la potencia creadora del hombre. Deben ser protegidos y preservados, pero también tienen que continuar siendo expuestos para que todos podamos maravillarnos ante tal patrimonio. Las dificultades inherentes a ambos supuestos no son insalvables.
Pero, ¿cómo mostrar al público las ruinas del Faro de Alejandría, del Palacio de Cleopatra, los restos de navíos griegos y romanos, la Esfinge y otras estatuas descubiertas bajo las aguas de la bahía de Alejandría?
Esta es una de las funciones de la arqueología subacuática, disciplina que exige buena experiencia en submarinismo y requiere también equipos costosos. Son necesarias, en efecto, muchas sumergidas y medios tecnológicos sofisticados, es decir, harto dinero para arrancar estos tesoros del fondo marino o para decidir si debemos, finalmente, dejarlos donde se encuentran y sistematizar su protección. Un argumento que va en ese sentido es que si la madera de los pecios se conservó durante siglos se debió a que la oscuridad y la ausencia de oxígeno reinantes en las profundidades acuáticas permitieron mantenerla. Una vez extraídos al aire libre, esos vestigios llenos de agua deben ser tratados para impedir su degradación. “La conservación exige mucho trabajo, toma años y resulta muy cara”, confirma Florian Huber, arqueólogo subacuático de la universidad alemana de Kiel.
“Se trata de un concepto revolucionario, porque por primera vez podrá visitarse un museo submarino sin mojarse los pies”. En estos momentos se está preparando un estudio de viabilidad del proyecto y se ha creado un Comité de Orientación Técnica codirigido por la UNESCO y Egipto para evaluar el proyecto y recomendar el método más idóneo de proceder. Egipto ha confiado este estudio al francés Jacques Rougerie.” Françoise Rivière, Subdirectora General de Cultura de la UNESCO. |
Irena Radi?-Rossi, una de sus colegas croatas que se dedica al estudio de los restos de navíos romanos cargados de ánforas, opina en forma similar: “Una vez que se extraen las piezas del agua surgen otros problemas: su tratamiento con miras a su conservación, su depósito y también encontrar un espacio de exposición suficientemente amplio”. Además, en ciertos lugares las ánforas forman un todo integrante con el fondo marino. “Toda tentativa de extraerlas lleva consigo el riesgo de, en parte, destruirlas”.
Para Huber, lo más simple es dejar el objeto sumergido in situ, en el lugar donde se encuentra. Es lo que aconseja la nueva Convención para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, adoptada en 2001 por la Conferencia General de la UNESCO.
En ese caso ¿cómo lograr que el público pueda acceder a los tesoros sumergidos?
“Responder a estas cuestiones es uno de los objetivos del estudio de viabilidad de la construcción de un museo submarino en la bahía de Alejandría”, explica Ulrike Koschtial, de la División de Museos y Objetos Culturales de la UNESCO. La dirección del equipo que lleva a cabo este estudio, promovido por las autoridades egipcias con la participación de la UNESCO, está a cargo de Jacques Rougerie. Este arquitecto francés, sumamente imaginativo, planea un complejo museal dividido en dos partes principales. No lejos de la nueva Biblioteca de Alejandría, los visitantes accederán a un primer conjunto emergido, dotado de paredes de vidrio en las profundidades del cual ingresarán por un túnel hacia un patio submarino de 40 m de diámetro ubicado en el medio de la bahía. Allí, a siete metros de profundidad podrán admirar numerosos hallazgos provenientes de la antigua Alejandría puestos en escena tras paredes de vidrio. El museo podría ocupar una superficie total de 22.000 metros cuadrados y acoger a unos tres millones de visitantes anuales.
Además del costo exorbitante, la realización de este proyecto encuentra otra serie de obstáculos como por ejemplo la contaminación de las aguas de la bahía. Antes de que los visitantes puedan deleitarse con esos tesoros en su marco marino habrá que encontrar un modo de purificar las aguas y de preservar su claridad sin por ello obstaculizar la explotación del puerto. Asimismo hay que considerar que Egipto está situado en una región sísmica y que el Mar Rojo corresponde a la zona de contacto entre las placas tectónicas árabe y africana.
En la actualidad, otro museo subacuático se halla en construcción. En Baiheliang, China, existe una cresta rocosa de 1.600 metros de largo en la que se encuentran registradas las variaciones de los cambios de nivel del río Yangtsé durante 1.200 años. Este macizo, cuyo nombre significa “cresta de las garzas blancas”, estaba parcialmente sumergido, pero cuando se concluya el dique de las Tres Gargantas quedará totalmente hundido. Las autoridades chinas decidieron en los años 1990 preservar las inscripciones arqueológicas de Baiheliang integrándolas en un museo subacuático. La fecha de conclusión del mismo prevista para 2007, se ha retrasado.
Para Daniel Zwick, de la Sociedad Alemana para la Promoción de la Arqueología Submarina Deguwa, los parques subacuáticos representan un buen medio de dar acceso al patrimonio subacuático preservándolo al mismo. “Los recorridos de los submarinistas están concebidos generalmente para evitar que las piezas expuestas puedan deteriorarse por los movimientos de las aletas”.
Pero el hombre sigue siendo un peligro. Entre los buceadores existen ciertas ovejas negras que bajo la apariencia de realizar una práctica deportiva en realidad vienen a pillar los sitios. Para apreciar mejor el valor intrínseco de estos lugares Florian Huber ha creado un grupo de trabajo sobre arqueología marítima y de agua dulce (Amla), que propone cursos periódicos destinados a los buceadores. “Proteger los pecios es sumamente difícil. La única posibilidad es sensibilizar a la gente”. Además, estos frágiles vestigios pueden sufrir daños también a causa de las redes de pesca en alta mar, las tempestades o un pequeño molusco llamado broma (Teredo Navalis) que, practicando orificios, ataca la madera sumergida.
Por eso es urgente adoptar otros enfoques. Uno de los recorridos subacuáticos más impresionantes que existen conduce a los visitantes al pecio del Uluburun, el más antiguo del mundo. El barco naufragó hace más de 3.000 años en la costa sudoeste de Turquía. Pero desde 2006 no es el original el que los buceadores tienen el placer de admirar. El parque arqueológico que les está destinado se encuentra en las proximidades del sitio original, y el expuesto es una réplica exacta, hasta en sus más mínimos detalles, bautizada Uluburun III.
“Un equipo instalado en tierra firme realizó el Uluburun III” precisa el arqueólogo Guzden Varinliogu. “Se fabricaron también falsos lingotes y ánforas que se colocaron luego en el fondo del mar siguiendo el plan arqueológico del pecio original”. Los verdaderos restos del Uluburun están en el museo de arqueología subacuática de Bodrum.
Pero aún más inofensivas para los tesoros submarinos son las visitas virtuales: en este caso nos sumergimos por pantalla interpuesta. Es el objetivo del proyecto europeo Venus, que reconstruye digitalmente los restos de naufragios en tres dimensiones. Se emplean los datos provenientes de un análisis del sitio por sonar, combinados con filmaciones submarinas. Las diferentes fuentes permiten realizar un simulacro realista del objeto sumergido con una resolución gráfica digna de los juegos informáticos más recientes.
Los científicos no ven en esta última manera sólo un método para presentar tesoros hundidos en el fondo del mar, sino también el único medio de conservar una impronta destinada a toda la humanidad. “Seguro que no todo el mundo puede visitar sitios subacuáticos”, afirma Irena Radi?-Rossi. “Lo que sí podemos hacer es crear una realidad virtual y ofrecer una parte de la emoción, del placer y de la aventura que procura el buceo a quienes no tienen la posibilidad de vivir tal experiencia bajo las aguas”.
Jens Lubbadeh, periodista del Spiegel, Alemania.
Información procedente de la UNESCO Más información en la web de la Institución –>Aquí |
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