El hombre está dotado de una capacidad intelectual muy superior al resto de seres vivos que pueblan la Tierra.
Ese intelecto le permite obtener recursos que mejoran su calidad de vida empleando un mínimo esfuerzo, tales como la construcción de máquinas e instrumentos que rinden y optimizan el trabajo.
El equilibrio de los ecosistemas
La Tierra tiene una capacidad de regeneramiento limitada. El equilibrio energético (y por tanto biológico) entre los seres vivos de cada ecosistema, se mantiene gracias a la existencia de las redes tróficas; aunque un ecosistema concreto pierda energía otro experimentará una ganancia, permitiendo finalmente que se mantenga el equilibrio global del mayor ecosistema, el del planeta Tierra. Cuando el factor hombre entra en juego, esa capacidad reactiva equilibradora de las redes tróficas puede verse alterada, e incluso limitada, para realizar sus funciones dentro de parámetros aceptables.
La interferencia humana
Cuando el hombre se industrializa, elimina procesos ecológicos que necesitan un espacio-tiempo de elaboración, lucha contra el propio tiempo e incrementa su discutida calidad de vida, a base de sustraer a la tierra elementos que elabora y devuelve convertidos en residuos no biodegradables, provocando alteraciones que la tierra necesita depurar.
En ese entorno industrializado, cuando se extraen grandes cantidades de productos que quedan excluidos de las redes tróficas, algún eslabón de la red puede quedar modificado para tratar de compensar la pérdida; el resultado puede ser la desaparición o transformación en algo completamente distinto.
Los antecedentes de la Revolución Industrial
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, se manifestó un conjunto demodificaciones en la estructura económica de los países occidentales, a través de la mecanización de la industria, el desarrollo del comercio y los medios de locomoción. Gran Bretaña fue el primer país en realizar la Revolución Industrial y su ejemplo sirvió para confeccionar el modelo de la transformación económica que conduce de la sociedad agraria a la industrial.
Sin embargo, la Revolución Industrial, entre otras consecuencias medioambientales, trajo consigo residuos en forma de humos liberados a la atmósfera libremente. Mucho antes, en la edad media, las basuras se acumulaban en las vías públicas, lo que trajo grandes epidemias que diezmaron a poblaciones enteras. En el siglo XIX los alcantarillados de las grandes ciudades ya vertían los líquidos a los ríos o directamente al mar, aunque las basuras ya comenzaban a ser acumuladas en zonas destinadas a tal efecto.
La superpoblación humana
Los asentamientos indiscriminados y la superpoblación humana constituyen graves problemas medioambientales de difícil solución. Las corrientes actuales de la demografía atribuyen una importancia creciente a la investigación de las causas y consecuencias económicas y políticas de estos fenómenos.
Frente a la ya clásica doctrina de Malthus, resucitada a fines de la década de 1920, y a la teoría marxista que atribuye la superpoblación al régimen de propiedad privada de los medios de producción (que frena el desarrollo económico), han surgido teóricos que, como Alfred Sauvy, defienden la idea de población óptima de clara inspiración económica. Cuestiones como el control de la natalidad, por su carácter polémico y por sus implicaciones ideológicas, encubren los verdaderos problemas del desequilibrio entre la población y los recursos económicos necesarios para su subsistencia.
La superpoblación exige mayor cantidad de alimentos y materiales de consumo, más aún en las sociedades avanzadas, donde no se renuncia a modernas tecnologías que reclaman en la misma proporción el aporte de energías, muchas de ellas procedentes de la combustión de hidrocarburos, es decir, fuentes de energía no renovables.
Las aglomeraciones urbanas, industrias y construcción de viviendas, son la primera fase de la agresión al medio; con objeto de ganar el espacio que requieren se elimina cualquier vestigio vegetal y animal, y por añadidura se generan cantidades de residuos que se reincorporan al sustrato, alterando el proceso de las redes tróficas y provocando la reacción de alguno de sus elementos.
La conciencia ecológica actual
Actualmente la sociedad parece haber tomado conciencia del impacto que supone devolver al medio los residuos sin depurar. En las últimas décadas del pasado siglo XX comenzó un verdadero debate sobre temas ambientales que pareció tomar el cariz de una nueva revolución social. Hoy día el hombre, aunque tímidamente, ha comenzado a tratar los desechos, transformándolos en otros productos menos agresivos para el medio o incluso permitiendo que sean reaprovechados, como los materiales reciclables.
La actual tendencia podría desembocar en un compromiso a nivel global que detenga la previsible destrucción de nuestro propio hábitat.