ECOLOGÍA GENERAL – EL SUELO: INTRODUCCIÓN

El suelo es el medio biológicamente activo y poroso que se ha desarrollado en la capa superior de la corteza terrestre, o cubierta superficial de la parte continental de la tierra.

Es uno de los principales sustratos de la vida en el planeta; sirve como depósito de agua y nutrientes, como medio para la filtración y la descomposición de los residuos perjudiciales, y como participante en diversos procesos ecológicos, como el ciclo del carbono y otros elementos a través del ecosistema global.

El suelo evoluciona a través de procesos geológicos impulsados ​​por la meteorización (disgregación de las rocas), la actividad biológica, climática y geológica, y las influencias topográficas. Además, evoluciona también de forma no natural, debido a factores humanos, por los cambios artificiales producto de sus actividades.


El suelo es la cubierta superficial de la parte continental de la tierra; desarrolla una actividad biológica y forma parte de varios procesos ecológicos y geológicos

Los humanos primitivos, como recolectores que eran, aunque no tenían una conciencia real de las consecuencias de sus actos en el uso del suelo, su impacto era tan pequeño que los ecosistemas no se resentían y permanecían intactos. Pero, con el comienzo de la agricultura y la ganadería, el sistema natural de animales y plantas comenzó a modificarse, y el primer perjudicado en este proceso fue la capa fértil de la superficie terrestre.

Desde el surgimiento de aquella primera agricultura y silvicultura, alrededor del año 8000 a.C, también ha surgido la necesidad de una conciencia práctica de los suelos y su uso. El humano moderno, con su tecnología, ha influido notablemente sobre los suelos, especialmente a partir del siglo XVIII con la Revolución Industrial, imprimiendo sobre ellos una creciente presión para producir materias primas demandadas por el comercio, mientras que por otra parte el desarrollo de la ciencia cuantitativa ofreció nuevas oportunidades para la mejora de la gestión de los suelos.


Arado de vapor, uno de los primeros ingenios nacidos de la Revolución aplicado a la agricultura

El estudio de los suelos como disciplina científica independiente comenzó casi al mismo tiempo que las investigaciones sobre las sustancias que mejoran el crecimiento de las plantas. Esta investigación inicial se ha extendido a una comprensión de los suelos como sistemas complejos, dinámicos y biogeoquímicos que son vitales para los ciclos de vida de la vegetación terrestre, de los organismos que habitan en la tierra, y por extensión a la raza humana. Así pues, el suelo no es estudiado sólo como una entidad geológica, sino que se vincula también a la Biología y a la Agronomía, constituyendo un conjunto que es estudiado por una ciencia especializada, la Edafología.


La Edafología es la ciencia especializada que estudia el suelo en su conjunto, desde los aspectos geológicos, biológicos y agronómicos (imagen Wikimedia Commons)

La importancia del suelo en la vida humana es trascendental, pues constituye el recurso natural que da soporte a la biosfera y toda la vida que ésta contiene; la agricultura, la ganadería, la vegetación y las reservas forestales dependen del equilibrio en el uso adecuado del suelo. Éste puede destinarse a variados usos, dependiendo de las necesidades sociales y económicas, pero es preciso valorar las consecuencias de las actividades desarrolladas en él. Por ejemplo, las explotaciones industriales, agrícolas y ganaderas, producen residuos que pueden ser tóxicos o peligrosos para los suelos y los acuíferos que albergan en el subsuelo, y requieren de un tratamiento adecuado para reducir su impacto ecológico.

El uso urbano del suelo es otro factor negativo en su evolución. Las áreas urbanas ocupan espacios de suelo que quedan estériles cuando se construye sobre ellos, o cuando se realizan excavaciones y movimientos en el terreno. Además, las áreas vecinas de esos espacios sufren su influencia, debido a las infraestructuras implicadas en el funcionamiento urbano, como son las conducciones de agua, las carreteras, el transporte, los desechos movidos por los agentes atmosféricos, la alteración en el curso de los ríos y arroyos, y en general las consecuencias de la vida humana que se manifiesta sobre el hábitat.


Las áreas urbanas construidas son espacios de suelo estéril, que influyen también en su entorno

Desde una perspectiva general, tomando al ser humano como referencia, debemos asumir que los suelos son como un gigantesco filtro ecológico de los desechos que generamos. En condiciones naturales, ese filtro se mantiene en equilibrio, pero los humanos saturamos ese proceso mediante la introducción en el subsuelo de los residuos líquidos y sólidos urbanos, y también los procedentes de actividades agrícolas, ganaderas, industriales y extractivas. Los suelos se contaminan al superar su capacidad de absorción y depuración, rompiéndose el equilibrio natural. La única forma de conservar ese equilibrio, es depurando previamente los residuos antes de evacuarlos a los suelos, de manera que sean inertes o tengan el mínimo impacto ecológico sobre ellos.


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