ECOLOGÍA – EVOLUCIÓN – PROCESOS EVOLUTIVOS – 1ª PARTE

Coevolución o Evolución concertada

La Coevolución o Evolución concertada es el resultado de las relaciones bióticas entre especies distintas a lo largo del tiempo, es decir, es el producto evolutivo de las interacciones vitales entre especies no emparentadas, por lo cual unas dependen en parte de las otras para evolucionar, y viceversa. Todas estas definiciones podrían resumirse en una solo concepto: adaptación.



Las adaptaciones desarrolladas por un depredador y su presa, ilustran el concepto de Coevolución concertada.

Adaptación a los factores ambientales

Cuando una especie ocupa un hábitat, está condicionada por una serie de factores ambientales abióticos (ajenos a la vida) y bióticos (relacionados con la vida); los abióticos, como por ejemplo el clima, influyen en esas especies y le fuerzan a adaptarse a esos factores para asegurar la supervivencia (como un pingüino a las bajas temperaturas); los bióticos, como los demográficos, de competición, de grupo, etc., están fijados por las relaciones que la especie mantiene con otras especies (por ejemplo como las de un cazador y una presa). Estos factores, los bióticos, son los que nos interesa estudiar desde el punto de vista de la coevolución.

La adaptación a los factores abióticos no entran dentro de la evolución concertada, ya que no se ven alterados durante el proceso de adaptación de una especie. Por ejemplo, las características climáticas no cambian en el transcurso de adaptación de una especie al clima (aunque sí al contrario). Sin embargo, determinados parámetros bióticos de una especie sí pueden cambiar durante su proceso de adaptación en cuanto a su relación con otras especies.

Así, un conejo, que es presa habitual de un ave rapaz, podría adaptarse para huir mejor de su potencial depredador (mejorando su mimetismo, velocidad, etc.), pues lo probable es que esa rapaz también evolucione adaptándose a los cambios que se experimentan en el conejo (agudizando la vista, perfeccionando las técnicas de vuelo para el ataque, etc.). El mismo ejemplo valdría para otros muchos depredadores y presas, como un león y un antílope.

Los estudios sobre cráneos y huesos de las patas fósiles del Cenozoico, tanto de carnívoros como determinados ungulados que les servían de presas, demuestran que tanto unos como otros han ido aumentando el volumen del cerebro, y adquiriendo también mayor rapidez en sus desplazamientos. Esto es indicativo, en ambos, de la utilización de la inteligencia para cazar y evitar se capturados, así como de un perfeccionamiento de las extremidades para ser más veloces, tanto en los depredadores para el ataque, como en las presas para la huida. Todo esto se puede resumir en el sentido de que, con el transcurso del tiempo, el depredador desarrolla técnicas más eficaces para capturar a la presa, y la presa a su vez también desarrolla sus propios mecanismos para evitar ser capturada. Así, existió una evolución concertada, pues a medida que los depredadores se hacían más inteligentes y rápidos, por selección natural e iguales motivos también sobrevivían las presas más capaces, y viceversa.

Coevolución entre animales y plantas

La coevolución concertada no se limita a las relaciones en especies del reino animal, también se manifiesta entre animales y plantas. Así, muchas especies vegetales han desarrollado mecanismos para defenderse y asegurar su reproducción y descendencia, por ejemplo endureciendo las vainas que envuelven las semillas; generando olores repugnantes o savia venenosa, o disponiendo espinas o púas para evitar se comidos. Estas medidas defensivas de muchas plantas han conseguido ser superadas por algunos animales herbívoros, lo que obligará  aquéllas a coevolucionar para superar las nuevas capacidades de éstos.

Otro ejemplo de coevolución concertada entre animales y plantas, es la que se da entre la mariposa monarca y determinadas especies vegetales (asclepiadáceas) de las que se alimenta, que contienen sustancias amargas o venenosas. Esta mariposa puede sintetizar esas sustancias utilizándolas como defensa contra sus depredadores, que evitarán ingerirlas. Mediante selección natural, otro lepidóptero emparentado, la mariposa virrey, ha desarrollado hábilmente los patrones de colores de la mariposa monarca, de tal forma que esa imitación engaña a sus posibles depredadores induciéndoles a creer que se trata de una especie no comestible.

Probablemente, estas formas de evolución concertada se han realizado paralelamente, es decir, la ventaja que supone el mimetismo ha forzado a ambas especies a una evolución paralela aunque no ocupen los mismos nichos ecológicos.

  
La mariposa (virrey a la izquierda) ha desarrollado un patrón de colores que imita a la mariposa monarca (a la derecha), ésta no comestible por sus posibles depredadores

El mimetismo es una forma de coevolución o adaptación muy extendida en la naturaleza, por ejemplo el que se da en el camaleón para confundirse con su entorno. También las manifestaciones antagónicas al mimetismo son habituales; así, existen animales venenosos o de olores muy desagradables, que exhiben brillante colores o dibujos muy aparentes y llamativos, dando así un aviso a sus potenciales depredadores.


Índice Ecología

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *